La nueva esclavitud
Navegando por las redes sociales no es extraño ver anuncios con textos que dan información sobre una mujer, niña o adolescente desaparecida. Desde las fotografías vemos los rostros sonrientes, imágenes que de seguro fueron hechas en un tiempo mejor, cuando ninguna de ellas sospechaba que ese día no volverían a casa.
Entonces, comienza una a pensar en la tragedia de las familias, la ruptura definitiva de la cotidianidad, y una vida que se diluye en un destino feroz. Es cierto, nadie está libre, ya lo decía Rosa Montero al inicio de su novela El corazón del Tártaro: “Lo peor es que las desgracias no suelen anunciarse. No hay perros que ululen al amanecer señalando la fecha de nuestra muerte, y uno nunca sabe, cuando comienza el día, si le espera una jornada rutinaria o una catástrofe. La desgracia es una cuarta dimensión que se adhiere a nuestras vidas como una sombra; casi todos los humanos nos las apañamos para vivir olvidando que somos quebradizos y mortales”.
En estos días de luchas intestinas, de proclamas y excesos discursivos en tiempos postelectorales, donde la fanfarria de los que se denominan mayoría pulula y se expande en un espectáculo excesivo, vemos también la suma de rostros de las que han desaparecido, ellas cuyas rostros se diluyen en la nebulosa de tantos otros rostros. En el artículo Redes de trata operan en 3 regiones y apuntan a jóvenes de 13 a 18 años, de Carmen Challapa, publicado en Los Tiempos se informa que “en el primer semestre de 2020, la Policía atendió en todo el país 149 casos, con mayor incidencia en los departamentos de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba”.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) informa que en Bolivia y Perú se detectaron más niños y niñas víctimas que adultos, y la mayoría de las víctimas detectadas en Sudamérica fueron captadas con fines de explotación sexual. Además, “Bolivia y Perú informaron que alrededor del 30% de las víctimas detectadas habían sido objeto de trata con fines de trabajo forzoso”. (Informe Global de Trata de Personas 2018).
Además de los miedos que nos trajo la pandemia, el distanciamiento social, la incertidumbre por el futuro y la resaca de un proceso electoral complejo, debemos sumar el tema de la trata y tráfico de personas –esa que es denominado como la nueva esclavitud de la época moderna–, una herida lacerante que la agenda mediática no debe descuidar en términos de cobertura.
Y en términos de estrategia, hay que fortalecer el Plan multisectorial de desarrollo integral para la lucha contra la trata y tráfico de personas (2016–2020) que busca aplicar estrategias legales en el ámbito de la prevención y, sobre todo, en el de sanción y persecución penal a quienes quiebran un camino dejando en las casas un cuarto vacío y familias que buscan desde esa cuarta dimensión sus afectos desaparecidos.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO