La verdad en las mentiras
La mentira en política no es ninguna novedad, y muchas veces la verdad se ve opacada por una mentira y una mentira puede hasta convertirse en verdad. Las medias verdades y rumores –que a veces pueden llegar a extremos de ser noticias falsas o, según la más reciente denominación, “hechos alternativos”– desde hace tiempo se conoce como el fenómeno de la “posverdad” y las noticias falsas.
Este fenómeno consiste en la relativización de la veracidad de la información, la banalización de la objetividad de los datos y la supremacía del discurso emotivo. Se trata de una versión parcial a partir de una verdad previamente probada y divulgada, pero de la cual, en su nueva versión sólo se utiliza una parte del discurso para presentar un nuevo hecho “aparentemente novedoso”, según la mexicana Estela Morales Campos (Desinformación en la sociedad de la información y el conocimiento).
La posverdad no solo consiste en una verdad parcial, sino en una “mentira emotiva” que prefiere mirar hacia versiones más agradables, aunque no sean ciertas ni científicamente probadas. Aquí, las fronteras entre la verdad y la mentira, entre la honradez y la falta de honradez, la ficción y la no ficción se enredan. Esta figura no sólo representa una perversión de los hechos, sino también la evasión de una audiencia a la crudeza de algunos relatos para, de esa manera, privilegiar las creencias por encima de los conocimientos científicos.
Todo este pandemónium cobró especial relevancia en 2016 con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EEUU y el triunfo del Sí en el referéndum sobre el brexit en Inglaterra. El uso del término se hace especialmente relevante en el contexto político actual, porque hace referencia a una época en la cual los mensajes de los líderes se plagan de falsedades sin que importe realmente si los hechos transmitidos son verdaderos o no. En toda esta guerra de baja intensidad, la verdad termina bastante licuada al gusto de la autoridad que busca reemplazar lo verdadero y auténtico por versiones que son aceptadas como propia verdad de los hechos.
Las noticias falsas se presentan como la principal herramienta para construir el mundo de la posverdad, cuya finalidad radica en crear confusión en la sociedad para favorecer determinados intereses económicos o políticos. Donald Trump se ha convertido en el principal exponente de las noticias falsas, y no ha tenido ningún reparo en acusar (y no probar) a los medios que emitían información crítica relacionada con su campaña y posterior gestión presidencial.
La posverdad contrasta con la información fidedigna y real. Sin embargo, la sociedad es testigo de un permanente y vertiginoso incremento de la información, donde todos han desarrollado un gusto por la comunicación instantánea, lo cual ha llegado a ser una necesidad o parte del estilo de vida moderno. Se trata de un fenómeno que va permeando lo personal, lo profesional y lo social al usar códigos, imágenes, sonidos y textos para alcanzar diversos objetivos.
Lo que no tiene discusión es que el mundo de la información ha cambiado radicalmente. Los medios de comunicación propician nuevos esquemas de participación entre la población, así como un aumento de la diversidad de públicos, intereses y opiniones. Pero para que estos cambios sean positivos se tiene que tener cuidado con la calidad, la confiabilidad y la veracidad de la información.
Aunque la posverdad constituye un fenómeno complejo que implica a todos los actores que intervienen en el proceso comunicativo (los líderes políticos, los medios de comunicación y la opinión pública), se tiene que reivindicar el derecho a una información objetiva y la defensa de la veracidad en el debate público. Todo este fenómeno puede tener efectos perversos, pues al final es posible construir relatos en función de objetivos partidarios. Con la posverdad y las noticias falsas se tiene el campo fértil para conspirar, manipular, pervertir los hechos y sacrificar la verdad.
El autor es jurista y ha escrito varios libros
Columnas de WILLIAM HERRERA ÁÑEZ