Después del 7 de marzo…
En dos meses tendremos configurado el poder territorial boliviano. Una afirmación tan sencilla, viene acompañada de un azar muy complicado.
Se cumplieron las previsiones preocupantes que se formularon sobre las campañas electorales y las elecciones nacionales. Con el rezago de la información, y luego de un periodo de reducción del número de infectados, estamos hoy con unas cifras que anuncian un incremento descontrolado. El nuevo Gobierno, entre el retorno al órgano ejecutivo y su posicionamiento entusiasta en los espacios públicos, todavía ajusta medidas que fueron parte de las campañas en temas de salud, economía y gobernabilidad. En realidad, las de gobernabilidad dependerán del 7 de marzo.
En salud, con la continuación de las medidas básicas de bioseguridad podríamos mantenernos en márgenes prudentes, cosa que por lo visto no hemos hecho; mientras tanto, estamos ingresando a un debate altamente sospechoso sobre las vacunas que llegarán para auxiliarnos. ¿Si se gestionaron donadas, por qué se habla hoy de que serán compradas? Escaldados como estamos por los cuatro millones de dólares de los respiradores que le provocaron al Gobierno de la presidente Áñez un golpe mediático del que no se pudo reponer, ¿cuál es el margen de transparencia con el que se está manejando esta operación, bastante más grande, y en un momento que puede tener sobre sí una susceptibilidad mayor? Ya sabemos que la urgencia no da carta blanca.
En economía, más allá de los anuncios apocalípticos de una población que tendría que optar entre morirse de hambre por no poder trabajar o infectada si salía a la calle para hacerlo, pareciera que se logró un equilibrio precario entre la inteligencia básica de la informalidad y las medidas de un sector productivo que sigue preparándose para competir en un mundo cada vez más competitivo. La magia que hay que hacer en economía –cuando sabemos que ella no existe en matemática– tendrá que encontrar otro equilibrio altamente angustiante entre los presupuestos aprobados y el origen de los recursos que lo cubrirán. Ingresos propios, gastos sobre ahorro, exportaciones y recursos internacionales tienen unas reglas muy simples a la hora de las sumas y restas. ¿Dónde estará el énfasis?
Y las elecciones de la sinceridad vendrán con más certezas que sorpresas. La gente viviendo en territorios urbano y rurales, con migración acelerada y presión sobre la necesidad de servicios, no distingue colores ideológicos. Los servicios básicos, existen o no, y en esa realidad, los discursos no alcanzan a la hora en el que la gente demanda aquellos a su autoridad más cercana.
Sin duda, las nuevas administraciones departamentales y municipales demandarán mayor autonomía y recursos a la hora de tratar de resolver las demandas, en un escenario en el que este Gobierno no tiene experiencia para lidiar con alcaldes, gobernadores y rectores, propios o extraños, pues la respuesta será la misma: no hay recursos, como cuando había bonanza y se nos dijo que la economía estaba blindada.
Las cifras de la población en el territorio, son muy sencillas de enunciar y difíciles de aceptarse todavía. Reitero los titulares de esta nueva Bolivia que aún no sabemos cómo la administraremos. El 85% de los bolivianos viviremos en los departamentos de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz; el 90% lo haremos en áreas urbanas, tendremos un millón de kilómetros cuadrados técnicamente sin población, un bono poblacional de 20 años, tres departamentos en proceso de despoblamiento acelerado: Chuquisaca, Oruro y Potosí. Y una migración hacia el departamento de Santa Cruz que puede llegar a tener el 50% de la población nacional, con 5,5 millones de habitantes en su región metropolitana.
Para completar el cuadro, 256 municipios tienen una población menor de 20.000 habitantes con una presión migratoria sin posibilidades de modificarse, mientras en sólo 30 ciudades vive el 65% de la población; todo eso, en un país que se asume originario indígena campesino, cuando ya vive en ciudades.
Desde el 7 de marzo, esa Bolivia será administrada por las autoridades electas. Nos jugamos el futuro.
El autor es director de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA