Un cafecito
Ojalá no te quede pendiente un cafecito, un abrazo, un “te quiero”. ¿Para qué y por qué postergar aquello que anida en tu corazón?
Es posible hacerlo. En medio de la pandemia. La nueva normalidad se impone. Para eso está Mamá Tecnología.
Suena raro hacerlo por Zoom. O por WhatsApp. Sin embargo, es mucho más triste posponer el café para el más allá. O que quede pendiente para “cuándo nos volvamos a encontrar”.
El momento es ahora. Toma tu taza, vierte tu bebida favorita y charla con tu amigo, pantalla digital de por medio, de lo que se les ocurra.
Se hace extraño querer, a como dé lugar, insistir en volver a la normalidad. O recurrir a subterfugios como el que escuché hace poco: “¿Nos tomamos un cafecito?”, pregunta un amigo. El otro responde: “Buena idea”. El otro contesta: “¿Cuándo vienes, el martes?” Y el otro responde: “Me parece bien, nos vemos con todas las medidas de bioseguridad”.
Eso es forzar la nota que puede llevarnos a una destemplada sinfonía. A un contagio que no queríamos. A la angustia. A la derrota. A las despedidas. A tomar el café en el Gran Después.
Es entendible que estemos hartos del apocalipsis, de que esta pesadilla no acabe. Pero es apremiante acudir al sentido común. Salir lo menos posible. Distancia física. Barbijo y alcohol en gel. Es decir, la cantaleta de siempre, hasta grabarla a fuego en la rutina diaria.
Abogo por más cafés y conferencias de prensa virtuales. Por más citas amorosas y reuniones ejecutivas por Google Meet.
Y, ahora que estamos a días del inicio del calendario escolar, por favor, solicito una inversión, por parte de las unidades educativas, en capacitar a sus profesores en el uso de herramientas digitales, para que den clases virtuales. Papás y mamás: no insistan en clases presenciales o semipresenciales. Estamos en el siglo XXI. Olviden lo anterior. Vivan en este futuro.
La amistad y el amor están probando que traspasan cualquier barrera. La pandemia es un obstáculo más a superar.
Así que intenta superar el miedo al encuentro digital. No dar un beso, no dar un abrazo o no tener una charla presencial es una prueba de amor y cuidado.
Sin embargo, como explica la psicoanalista Fiorella Litvinoff, también “necesitamos un descanso de esta aparente comunicación sin fin y poder establecer límites con los otros para no sentirnos todo el tiempo demandados”. Entonces, cariño y equilibrio digital son indispensables y se vuelven un desafío diferente.
No bajes la guardia. No te dejes engañar con esa “sensación de normalidad” cuando salgas a la calle. Al contrario, el extenso obituario digital que leemos con dolor cada día, es un fuerte cable a tierra para decirte que no volveremos atrás. Aprende a vivir en este futuro.
La autora sí cree posibles los cafés digitales
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER