El barbijo
Olvidar el barbijo. Olvidarlo siempre, una vez y otra, nunca acabar de aprender. Volver a recogerlo. Desde pasada la primera puerta, desde la segunda puerta, desde los primeros pasos en la calle, desde media cuadra, volver por el barbijo. O volver a comprarlo en el primer lugar que aparezca, que nunca es muy lejos. Montón de barbijos en la casa. Y ya ha pasado, sin embargo, suficiente tiempo como para que uno se haya acostumbrado –a no olvidarlo, por ejemplo. Acostumbrarse al barbijo. A usarlo y que los demás lo usen.
¿Así tendría, tendrá que ser? Es que, justamente, nada se ofrece como permanente. La provisionalidad es el signo que arrasa con todo el imaginario. De ahí también que acostumbrarse al barbijo no termine de anclar. Todos nos basamos, en principio y casi por principio, en que la pandemia ya pasará, no durará indefinidamente. Es solo un desgraciado accidente planetario, pero ya pasará… un día. Un día cada vez puesto más lejos. Entre tanto, mientras vivimos la emergencia y el descalabro, a ellos mismos se los quiere creer pasajeros, ‘dada la situación’, de momento… Pasada la pandemia, ya se volverá a… A más de la pandemia, en Bolivia, tenemos al MAS. No hay un solo día que los las noticias no traigan canalladas inauditas, y estupideces muy profundas. Se las querría igual, provisionales como una pesadilla de la que se despierta algún momento. Pero, a diferencia de la pandemia, que en principio sí pasará un día, puede que esta patética especie de gobierno, el-de-los-peores, no pase, y se quede. Las plagas políticas pueden ser peores que las naturales.
En cuanto al barbijo, habrá que seguir tratando de no olvidarlo, y no creo que haya que usarlo al aire libre, en espacios poco concurridos y algunos otros. Entre tanto, habrá que… Solo que ese ‘entre tanto’ puede ser MUY largo. La tensión entre permanencia y provisionalidad toca sus límites y quedamos atrapados al medio. Joder…
El autor es escritor
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.