Sostenibilidad, ¿una utopía o una gran oportunidad?
El desarrollo mundial de las últimas décadas nos trae a un momento en la historia en el cuál el presente y futuro vienen cargados con diversos y profundos retos ambientales, sociales y económicos. La degradación ambiental y en especial el cambio climático se constituyen, quizás, en el principal peligro para la subsistencia de la vida como la conocemos. Nos enfrentamos a un gran dilema; por un lado, nuestro sistema de producción y consumo ha superado los límites del planeta; pero, por otro lado, se requiere satisfacer las necesidades de la creciente población.
Es aquí donde empezamos a trabajar el concepto de sostenibilidad. El desarrollo sostenible se define como: “la satisfacción de las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. En términos más prácticos, necesitamos mejorar la calidad de vida desvinculando el crecimiento económico de los impactos ambientales negativos, mediante el incremento de la eficiencia en el uso de materiales y energía en los ciclos de producción y consumo.
Consideremos el cambio climático. El principal desafío global definitivamente es un reto mayor, ¿podemos superarlo? Estamos acostumbrados a escuchar muchos mensajes fatalistas al respecto, pero a pesar de que la ciencia determinó las graves consecuencias del incremento de la temperatura del planeta, la ciencia también ha demostrado que se puede revertir el cambio climático y muchos de los otros problemas ambientales. Sin embargo, para lograrlo debemos incorporar la variable de sostenibilidad en nuestros ciclos productivos y en nuestras decisiones de consumo.
¿Mi empresa está enfocando bien sus esfuerzos? Ya no es suficiente evaluar sólo los impactos que se generan de forma directa por las actividades de mi organización, o el consumo de recursos en mi hogar. Debemos levantar la cabeza y analizar todo el ciclo, visualizar todos los eslabones de la cadena productiva. ¿Quizás las mejoras que implemento en mi organización están trasladando el problema a otra etapa en la cadena? Podemos plantear preguntas similares a mi comportamiento como consumidor. ¿Conozco el real impacto ambiental de mi estilo de vida? ¿Qué variables son las más significativas al evaluar mi impacto personal? ¿Sabías que la tercera solución con mayor potencial para contener el cambio climático es reducir el desperdicio de comida? Todo esto parece muy difícil de responder, muchos actores, mucha información; pero es posible si usamos las herramientas adecuadas.
Necesitamos ir más allá del enfoque tradicional, necesitamos herramientas innovadoras que nos ayuden a poner en práctica el concepto de sostenibilidad, para entender e incluir todas las consecuencias ambientales, sociales y económicas de nuestras decisiones, identificando en este proceso los potenciales conflictos, pero sobre todo las sinergias posibles. Este nuevo enfoque, más amplio, que integra a varios actores y que toma en cuenta todo el ciclo de vida de productos y servicios, se conoce como la filosofía de “Pensamiento de ciclo de vida”.
De esa perspectiva derivan diferentes herramientas que nos permitirán aplicar este poderoso concepto. La más utilizada y confiable es el Análisis de ciclo de vida (ACV) que, en base a investigación y análisis científicos, obtiene modelos en ====software==== para generar información que nos permita tomar decisiones ambiental y socialmente correctas, haciendo un uso más eficiente de los recursos. Un ACV evalúa el desempeño ambiental de un producto, proceso o servicio, tomando en cuenta todo el ciclo de vida (desde la extracción de materia prima o energía, transporte, fabricación, distribución, uso y disposición final), cuantificando diferentes categorías de impactos ambientales, como ser: huella de carbono e hídrica, emisión de tóxicos a ecosistemas y a la salud humana, consumo de materiales, etc.
en estudios ACVOtros beneficios importantes son: Determinar el impacto real de un producto/servicio, conocer la “vida secreta” que puede ocultar impactos muy significativos que de otra forma no podemos visualizar. Identificar prioridades de intervención donde existan mayores impactos y, por lo tanto, mayor oportunidad de optimización de recursos; por ejemplo, ciclos de economía circular.
Un ACV analiza si adoptar una estrategia de protección ambiental puede, de forma no intencionada, trasladar la carga ambiental de una etapa a otra, generando un mayor impacto de forma global.
Estimula el trabajo cooperativo entre diferentes actores y nos motiva a tomar decisiones de consumo, orientadas hacia un estilo de vida sostenible.
En resumen, el ACV es una herramienta objetiva, científica y práctica, que nos brinda información para la toma de decisiones orientadas a mejorar el desempeño ambiental y optimizar el uso de recursos (materiales y energía) en toda la cadena de valor. Estas decisiones informadas y conscientes permitirán cubrir las necesidades de la población, pero respetando los límites planetarios y mejorando las condiciones de vida de las comunidades que giran alrededor de estos ciclos productivos. Naturalmente, este no es un proceso rápido, pero estamos convencidos de que la visión integral del ACV es el mejor camino para transformar nuestro sistema de consumo y producción a patrones cada vez más sostenibles.
Incluso más allá de las herramientas de aplicación, esta nueva forma de pensar, el pensamiento de ciclo de vida, nos permitirá romper paradigmas y dar ese salto cuantitativo y cualitativo para abordar el reto ambiental/social; nos guiará hacia el camino de la real sostenibilidad. Y es un camino que debemos tomar sin pensarlo dos veces, primero porque es una oportunidad para crear nuevos y mejores negocios, porque nos transformará en consumidores más responsables, pero sobre todo porque es nuestra responsabilidad, con la comunidad, con nuestro hogar y con nosotros mismos.
El autor es ingeniero de producción, con maestría en medio ambiente y especialidad en estudios ACV
Columnas de JUAN MANUEL URÍA SORUCO