Es el empleo, hermanos y compañeros
Primer acto: El Gobierno ofrece un incremento salarial del 0,67 % para el año 2021.
La inflación en el año 2020 fue del mismo valor propuesto. El nivel de precios registrado es el más bajo desde 2009. Por lo tanto, lo que se ofrece, en rigor, es una reposición del salario real.
Segundo acto: La Central Obrera Boliviana (COB) rechaza la oferta, pide un 5%, como mínimo. Anuncia movilizaciones y lucha feroz. Los dirigentes anuncian consulta a las bases.
Tercer acto: Se inicia el regateo, discursos inflamados de los sindicalistas. Explicaciones técnicas y políticas de las autoridades. Largas horas. El 4%, o nada. Sean razonables compañeros que tal un 1%. Puño en alto: 3,5%. Nuestra lucha no puede ser en vano. Y después de un tira y afloja. Humo blanco: 2%.
Hace 15 años se repite la misma novela del reajuste salarial, donde está ausente uno de los principales actores de la ecuación económica: el sector privado. Este, detrás de bambalinas, reclama que no soportará el reajuste y cerrará empresas o se irá al sector informal. Es la vuelta a la vieja normalidad.
Desde su llegada al poder, el gobierno del MAS ha subido el salario mínimo por encima de la inflación. Entre 2006 y 2019, el salario mínimo aumentó en 324%. Es decir: 2.122 Bs, o 307 dólares. El gobierno de Evo Morales ha usado las políticas salariales para buscar una mejor distribución del ingreso. Durante la bonanza económica, el sector público ha usado el incremento salarial como una moneda política de cambio. El sector empresarial, a pesar de los reclamos, también ha cumplido con los aumentos salariales.
Cabe recordar que, en Bolivia, este incremento salarial beneficia a tan solo el 20% de la población económicamente activa, la que trabaja en el sector formal. El restante 80% tiene una ocupación de baja calidad, en el sector informal de la economía boliviana, donde el salario está determinado por la oferta y demanda de trabajo. Aquí la mano invisible de Adam Smith reina soberana y, encima, nadie paga impuestos. De yapa generosa, el Gobierno financia estos sectores, en especial el comercio, con bonos y transferencias y un tipo de cambio real apreciado. Importaciones legales e ilegales crean empleos de baja calidad. Es el reino del modelo totalmente abierto. David Ricardo, infla el pecho orgulloso con sus muchachos. En Bolivia entendieron que las economías son como los paracaídas, sólo funcionan si están abiertos. ¿Y en qué queda el viejo Marx y el adorado Lenin? ¿Quienes? ¡Ah, esos compañeritos! Pues, son para el show ideológico y las wawitas de pecho del sector formal.
¿Cambió en algo, en la novela del reajuste salarial, el hecho de que la economía boliviana está en recesión (-11% de caída del producto interno bruto) y que la tasa de desocupación esté entorno al 9%? No, waway. No es nuestra culpa, quienes dejaron este desmadre fueron los “pititas”. Además, ¿qué es pues el 2%? ¡Tanto quilombo por 42 bolivianitos!
La ceguera ideológica impide ver la bomba que le cayó a la economía boliviana y entender que la mayoría de la economía formal está compuesta de micro, pequeñas y medianas empresas. Tampoco se quiere aceptar que el Estado está quebrado. Se proyecta un déficit fiscal de 4.000 millones de dólares para este año y, por el momento, el Gobierno se dedica hacer cosquillitas a este agujero público con impuestos, como a las grandes fortunas y a los servicios digitales que, agárrense de las manos, recaudaron o recaudarán 23 y 15 millones de dólares respectivamente. Hablando de proporciones, el aparato estatal tiene 527.000 funcionarios. Supongamos, de manera muy conservadora, que tan sólo el 5% de estas personas gana un salario mínimo. Eso es 26.350 trabajadores, si multiplicamos por 42 pesitos de aumento salarial, eso significa 1.106.700 bolivianos, o 159.000 dólares.
Recordemos que, en 2020, según cifras oficiales, la recesión llegó a -11 %. Pero sectores como minería y construcción se contrajeron en -39 y -30%, respectivamente. Turismo/gastronomía y transporte se contrajeron en -20 %. Comercio -14%, hidrocarburos -6,4%. Sólo tuvieron un crecimiento positivo comunicaciones (5,1%) agricultura (4,6%) y administración pública (3,3%). Es en este contexto de colapso económico que el aparente inofensivo 2% en realidad es un enorme esfuerzo, especialmente, para pequeñas y medianas empresas.
Cerca de 300.000 personas perdieron su trabajo y el aparato productivo está parado, por lo tanto, no es difícil entender que los desafíos de la coyuntura actual son la recuperación de la economía mientras se realiza la transformación estructural de la economía basada en empleos de alta calidad. Prevalece, por lo tanto, el impulso a la diversificación y el aumento de la productividad antes que las políticas distributivas de la pobreza. Parafraseando la frase de campaña del Bill Clinton: “Es el empleo, hermanos y compañeros”.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.