Artistas
Desde La Paz reportan que la despedida de Jaime Junaro fue emocionante. Sus hermanos artistas fueron a cantarle y su partida se lamentó desde todos los frentes.
¿Será suficiente?
Junto a su hermano César, Jaime pasó a la historia como integrante de Savia Nueva, el conjunto que renació de sus cenizas tras la partida de Gerardo Arias y Carlos López. Se convirtió en una institución, pero sus integrantes nunca pudieron prosperar con su arte.
Carlos se murió antes de que la pandemia comenzara a comerse al mundo. Tuve la suerte de conocerlo, igual que a Gerardo, a los Junaro y a Willy Claure; es decir, todos los que hicieron grande a Savia Nueva. Y todos pasaban por la misma situación: la música les daba para vivir, siempre y cuando no les sobrevenga una tragedia. No tenían seguro y, si alguna vez cobraron sueldo, fue por cargos vinculados a la cultura. Les sobraba talento, no dinero.
Si a Jaime lo despidieron como merecía, sus últimos días distaron mucho de compensar su enorme aporte a la música. Lo atrapó el virus maldito y sus allegados debieron hacer lo que hicieron otros antes, en situaciones similares: pedir ayuda, porque el sistema de salud boliviano no le respondía, porque las medicinas para la Covid-19 se dispararon por los aires y el Gobierno supuestamente socialista es incapaz de poner topes a los precios.
La situación de Jaime fue la de Luisa Molina, que también se fue a cantar con los ángeles, y todavía es delicada la salud de David Santalla, aunque la enfermedad que le agobia no sea la del virus maldito.
Todos nos regalaron su arte, todos hicieron que nuestra vida sea mejor por momentos y ninguno merecía pasar por lo que pasó o está pasando.
Este Gobierno, y los anteriores; este Parlamento, y los anteriores, les han fallado porque no promulgan hasta ahora la Ley del Artista, que alivianaría en algo la precariedad social del sector.
Bolivia es cuna de artistas porque en esta tierra hay mucho talento en las artes pero, así como no ayudan los políticos, tampoco lo hace la gente. Es probable que asista a las presentaciones, pagando su entrada, pero les hace daño a los artistas cuando compra productos pirata, o prefiere gastar su escaso dinero en producciones de extranjeros.
Ser cuna de artistas no sirve de mucho cuando un país es incapaz de solventarlos y esa es una obligación en la que todos hemos fallado, no solo los políticos.
Solo cuando entendamos la importancia que tienen los cultores del arte, cuando no vuelvan a aparecer políticos imbéciles que cierren ministerios o secretarías de cultura, y cuando recordemos que lo que hacen los escritores, músicos, escultores, pintores, bailarines, actores, guionistas, y ramas afines, también es un trabajo que debe ser bien reconocido, dejaremos de llorar de rabia por la partida de personas tan extraordinarias como Luisa Molina y Jaime Junaro.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA