Extinción de la diversidad política
Nos ha tocado asistir a un hecho que rompiendo los esquemas a los que estábamos acostumbrados y dentro de los cuales nos desenvolvíamos con algunos sobresaltos propios de la realidad, pero fundamentalmente significaban y representaban el respeto al pensamiento de los otros y también el respeto a las otras personas.
No podemos echarle la culpa total a la pandemia, o al coronavirus en particular, por los profundos cambios en la realidad política que estamos viviendo, en particular en Latinoamérica, y uno de sus principales aspectos, es que la diversidad política se está extinguiendo, dando paso a una mentalidad directa y exclusiva de opuestos, bajo el esquema del blanco o negro, no aceptándose, principalmente por uno de esos bloques, la mínima posibilidad de conversar, discutir, discrepar, porque su negativa formación política, sin que exista ideología y menos pensamiento político, únicamente pone las situaciones en el marco de lo que es blanco o es negro.
Hasta no hace mucho, en los países latinoamericanos, la divergencia de opiniones, pareceres y pensamientos políticos, no solo en los actores públicos, sino en la población en general, era la conducta normal y aceptada, tal vez con restricciones de tipo personal, pero nunca con la mentalidad de que únicamente lo válido es lo mío y los demás deben acatar y aceptar lo que determine y disponga quien detenta el poder.
¿Cómo hemos llegado a esta lamentable situación? Podrá haber varias teorías o explicaciones y, reitero, si bien esos cambios tienen alguna influencia de la pandemia, los cambios mentales son más profundos y, de repente, la culpa misma es de los políticos y líderes que no han sabido aggiornarse, es decir, actualizar sus pensamientos y propuestas al nuevo mundo que evidentemente irrumpió en el siglo XXI, con una población para quien lo político del siglo pasado era eso, justamente: no había novedad, era del pasado, no se le ofrecía alternativas u opciones políticas modernas, con nuevo pensamiento y nueva mirada para encarar el futuro, y así nos va y, lo peor, nos seguirá yendo.
Así irrumpió una posición política de dividir el escenario solamente en dos facciones, o blanco o negro, especialmente por el manejo político (no ideológico) de uno de esos bloques, que sí tiene la experiencia de manejar, torcer, predisponer el pensamiento de la gente a que el que no piensa como ellos, no sirve, debe desaparecer. Y para ello se utilizan los mecanismos de fuerza con la invalorable ayuda de los sistemas de administración de justicia, manejados y manipulados por ellos mismos.
Al frente se encuentra apavorada la otra mitad de la población que ve cómo sus derechos, sus pensamientos se desconocen o minimizan y no encuentran los líderes que enfrenten ese ataque, salvo algunos políticos de viejo cuño que no tienen las respuestas y menos el carisma para enfrentar esa situación fáctica de ataque, tampoco un pensamiento crítico que vaya formando una nueva ideología con una doctrina filosófica centrada en nuevas y modernas ideas fundamentales para caracterizar un nuevo pensamiento político de las generaciones actuales que no tienen guías ni líderes para encarar un nuevo futuro, que no sea el blanco o negro.
Salvo Uruguay, como país democrático y respetuoso de los pensamientos de los otros, los demás países –y solo para citar como evidencia de lo explicado: Chile, Argentina, Perú, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia– se encuentran dentro de esa polarización negativa de, o es blanco o es negro.
Qué difícil se hace pensar que esa dicotomía política pueda cambiar en el futuro próximo o tener nuevas propuestas reales y aplicables, porque no se vislumbra en el horizonte cercano ningún líder que pueda surgir para llevar a cabo cambios que recuperen la diversidad política y el respeto a los contrarios.
El autor es abogado
Columnas de FERNANDO RODRIGUEZ MENDOZA