A Batista y a Barbero, Bolivia les quedó grande
El otro día, en un canal de televisión entrevistaban a un joven actor nacional. El artista se refería a la gran oportunidad que significa para el gremio y para (su) economía el rodaje en territorio boliviano de la serie La reina del sur que protagoniza Kate del Castillo. Luego de escucharlo me dije: “tiene razón, el sector ha estado y sigue estando golpeado por la pandemia y por falta de políticas culturales que incentiven el arte en Bolivia; y qué bien que vengan unos extranjeros famosos a darles trabajo y visibilidad a los nuestros que también tienen tanto talento que mostrar”.
Y aunque pensé esto, también sigo pensando que hubiera sido más de mi agrado que la narrativa propuesta por la producción extranjera sea sobre cualquier otro tema y no el que es: el narcotráfico. Sigo pensando que, en definitiva, no se siente bien tener que alegrarnos porque se emplean diversos escenarios y figuras nacionales para narrar una historia sobre delincuencia vinculada al negocio ilegal del narcotráfico y todo lo que ello implica. Mala suerte, digo.
Y en eso, entre que me convencen y no lo hacen, esta madrugada me encontré con el texto de opinión de Marcia Batista y confieso que me sentí reconfortada al saber que no soy la única “obtusa” que piensa y siente que era mejor nomás que la Kate se fuera a rodar a otro ladito.
Pero claro, Batista, a quien doy razón, queda corta en sus apreciaciones respecto al peligro de instalar en el imaginario colectivo el narcotráfico como normal. Uno podría dudar de aquello si no fuera porque el gran Jesús Martín Barbero (fallecido hace apenas 24 horas) nos recuerda que existen mediaciones que filtran/modifican/acentúan o no (en mis palabras) el mensaje. Digo que rodar esa serie en Bolivia no tendría riesgo ni importancia alguna si no fuéramos el país que somos, pero como somos el país que somos, entonces, los riesgos que advierte Batista se convierten en riesgos verdaderos y reales y, entonces, Barbero también tiene razón. Resulta pues que el narcotráfico se ha naturalizado hace rato en el imaginario colectivo nacional... ¿Qué sociedad sería capaz de votar durante 15 años seguidos por un líder cocalero? ¿Elegir diputados y senadores salidos de las bases cocaleras? ¿Haber tenido un presidente que al mismo tiempo lideró las seis federaciones del trópico de Cochabamba desde donde, según los datos oficiales, sale la mayor cantidad de droga de Bolivia? ¿Presumir de una economía que se sabe es sustentada en parte por el negocio de lavado de dinero producto del narcotráfico y el contrabando? ¿Saber y aceptar que el Chapare es tierra de nadie donde la Policía y las FFAA no son bienvenidas?
Es decir, los bolivianos hace rato que hemos normalizado el narcotráfico y los negocios anexos y conexos, ¿y nos va a venir a incomodar una novelita extranjera que encima da trabajo a actores, camarógrafos, maquillistas, hoteleros y restaurantes en plena crisis económica y moral? ¡Por favor!
A Batista y a Barbero, Bolivia les quedó grande.
La autora es comunicadora social
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