Incierto año escolar
A nadie sorprendió que el Ministerio de Educación decidiera ayer prolongar por segunda vez la vacación invernal que comenzó el 1 de junio, 35 días antes de lo que estaba programado. Esa determinación no fue una sorpresa porque desde que se inauguró el año escolar, el lunes de febrero, las acciones de las autoridades del sector estuvieron marcadas por la improvisación y la evidente carencia de un plan adaptado a la realidad que vivimos, desde hace 15 meses, como resultado de la pandemia de Covid-19.
Es innegable que las circunstancias que vivimos, en plena escalada de la tercera ola de contagios, son complejas y que las decisiones de las autoridades deben adecuarse a ellas. Pero, incluso en un contexto sanitario como el actual, tendría que existir una cierta planificación para el desarrollo de las labores educativas. Y no es el caso.
La improvisación de las determinaciones que toma el Gobierno es manifiesta: el 11 de mayo, el viceministro de Educación Regular anunciaba que la vacación de invierno sería entre el 5 y el 16 de julio. Una semana después, el Ministro ponía en duda la afirmación de su subalterno y el 29 de mayo decidía iniciar la vacación invernal tres días después, “considerando que el pasado 24 de mayo ha comenzado el proceso de vacunación en general para todos los maestros y maestras”.
Y claro que es prudente y necesario inmunizar a los profesores, puesto que el riesgo de contagio es elevado en sus labores, como lo demuestran los educadores infectados con Covid –unos 3.500 según el Gobierno y más de 5.000 según los dirigentes del magisterio– pero precisamente por ese riesgo, su vacunación debió haber comenzado mucho antes.
Esa demora en aplicar las medidas que garanticen seguridad y, al menos, un regular desarrollo del año escolar, no es la única. La creación de nuevos ítems de maestros es un reclamo formulado por maestros y los padres de familia desde antes del inicio del año escolar, y fue atendido, de manera parcial, casi cuatro meses después, el 20 de mayo, con la creación de 1.700 ítems, número insuficiente considerando el crecimiento vegetativo de la población estudiantil y que este año se triplicaron las solicitudes de jubilación en el magisterio, debido al riesgo de contagio y a las dificultades que enfrentan los educadores mayores para adaptarse a la educación virtual.
Problemas en la conectividad para las clases virtuales, decenas de miles de estudiantes sin equipos, obligatoriedad de utilizar la plataforma digital oficial, falta de cartillas pedagógicas y otras falencias, completan un panorama poco halagüeño para cerca de tres millones de niños y adolescentes que tuvieron apenas cinco semanas el año pasado y ahora están en la mitad de una gestión escolar incierta.