Verdades en las paredes
Varias paredes de la ciudad de Tarija, al sur de Bolivia, han aparecido con grafitis feministas pintados en los muros del campus de la Universidad Juan Misael Saracho, del colegio Belgrano y de la parroquia Tercera Orden Franciscana, lo que ha provocado una ola de protestas por la destrucción del ornato público y, en las redes sociales, una marejada de insultos e improperios de parte de la sociedad conservadora citadina, hacia los colectivos feministas que los pintaron.
Un grafiti es un acto público y deliberado de rebeldía, de transgresión a la limpieza de una pared para decirnos así, en nuestra cara, eso que nos desean transmitir y que generalmente es un recordatorio de algo incómodo, que no solemos o no queremos ver. Está pidiendo respuestas. Es por ello un acto político. Un acto de desobediencia civil, como los muchos que han logrado derechos para personas negras, indias, obreras, mujeres, entre otras.
“No nos matan por callar, nos matan por rebelarnos”. “El cuto coco no es la excepción, es la regla”. Son dos de las frases pintadas en las paredes por la agrupación feminista Mochas Copleras tarijeñas y se trata de dos grafitis que son muy claros.
El primero muestra la realidad de un sistema social desigual, que es el patriarcado, en el que los hombres tienen privilegios y dominio sobre las mujeres. Son las mujeres que se rebelan las que sufren agresiones y feminicidio de parte del brazo ejecutor del patriarcado que es el machismo. El hombre machista mata a su pareja que se ha hartado de él, a la que decidió rehacer su vida lejos de él, la que quiere tener un hijo y él no, la que pide pensión para los hijos e hijas de ambos, la que reclama parte de las propiedades que ayudó a acumular, la que ya no quiere recibir más maltratos…
El segundo se refiere al padre Coco, un cura acosador de estudiantes de la Universidad Católica Boliviana en Tarija, denunciado a través de las redes sociales y que fue apartado de este centro de estudios.
No está claro qué molesta más, que se pinte una pared con un texto de denuncia o la denuncia que se hace. Dada la importancia del reclamo, lo fuerte de la denuncia, el fijarse en el ornato público resulta banal, superfluo y denota, en todo caso, una posición conservadora y de defensa de ese orden social profundamente injusto con las mujeres.
Es que una de las características de un grafiti es la capacidad de transmitir de manera simple una idea con riqueza de contenido y que, además, llega a lo profundo de un asunto, que cuestiona, que reclama y que indica el camino. En ello, las Mujeres Creando llevan años haciéndolo y refregando en el rostro de cada ciudadano que pasa por una calle la realidad boliviana respecto de las mujeres y de la violencia que sufren:
“Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”. “No vengo de tu costilla, vienes de mi entrepierna”. “El feminicidio es la única pandemia que no se declara en cuarentena”. “Si hay complicidad es porque hay impunidad”. “Ni dios ni amo ni partido ni patrón”.
Un grafiti es tan político que tradicionalmente son los partidos políticos quienes han utilizado las paredes para escribir consignas que reflejen las ideas básicas que proponen. De hecho, los partidos con un programa y organización claros han utilizado esta herramienta no solo para pedir un voto, sino para marcar la línea a través de un reclamo, para visibilizar en una frase una realidad, para lograr agrupar y movilizar a una población: “Si los de abajo se mueven, los de arriba se caen”, “La educación es un gasto cuando te quieren ignorante”, entre otros.
Un grafiti feminista es también político porque cuestiona un poder, pone en evidencia a una sociedad, plantea la necesidad de un cambio en esa relación de poder injusta y violenta, y dice que en el lugar donde se vive hay asuntos pendientes que se deben solucionar. Rechazar un grafiti al verlo como mancha es negar lo que se denuncia y borrarlo es intentar borrar lo que ocurre. Mientras haya violencia contra las mujeres, las pintadas rebeldes seguirán apareciendo. Bienvenidas sean.
La autora es periodista
Columnas de DRINA ERGUETA