Valor agregado
¿Sabías que el tostado de arveja, o los fideos sin gluten, producidos en Cochabamba, son saboreados en Argentina, el primero, y los otros en los cinco continentes del mundo?
¿O que los pisos cerámicos hechos en Cochabamba son usados en casas chilenas, o que el mármol azul, que sale de la provincia Carrasco, está en el altar principal de uno de los templos Krishna más grande de la India?
Esos son algunos de los productos no tradicionales de exportación, que salen del departamento más mediterráneo de Bolivia, a más de 40 países en el mundo.
Si bien la inercia productiva ha transformado al país en un gigantesco queso gruyere, lleno de agujeros, perforado por los buscadores de plata primero, estaño después, y ahora gas, hay otro sector que camina por un sendero diferente y, en lugar de exportar materia prima, exporta productos con alto valor agregado.
El común de los cochabambinos se siente orgulloso de pertenecer a la capital gastronómica de Bolivia y festeja que chicha y chicharrón se hayan declarado patrimonio cultural, pero sería ideal que también festeje a productos cochalas de exportación, muy apreciados fuera de las fronteras.
Y si hay algo para celebrar este 14 de septiembre, que sea la capacidad productiva de este departamento, de celebrar a gente con inventiva, pujante y determinada a salir adelante y que, a pesar de un dólar falsamente apreciado y una avalancha de importaciones baratas o un contrabando agobiante, puede fabricar y exportar con valor agregado.
Si hay alguien para celebrar este 14, que sea a los defensores de los árboles, y a los bomberos voluntarios que evitan que el Parque Nacional Tunari sea pasto de portentosos incendios.
Si hay algo para celebrar, que sea, pues, el trabajo honrado, generoso y valiente de hombres y mujeres que logran alcanzar su cometido en un tiempo de incertidumbre, corrupción y pésima administración de la justicia.
En estas fechas, cuando los actos protocolares y las venias a las efemérides llenan los titulares, con dulces palabras sobre la región, no podemos maquillar la realidad que enfrentamos a diario: informalidad comercial, precariedad laboral, contaminación ambiental, excesiva burocracia, parque automotor obsoleto, transporte público arcaico y un largo etcétera de problemas que aún aquejan a Cochabamba. Por eso, mi celebración para Cochabamba es que “el gran pueblo que firme y constante” siga el ejemplo de los emprendedores que están exportando talento.
El progreso no se medirá por el tamaño del chicharrón, sino por la calidad de vida de la gente, por el aire que respira, por cómo se transporta y trabaja.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER