Los políticos y la porquería
La verdad es que en ese momento nada hubiese sorprendido a Simón Troncoso, porque en sus años como autoridad había vivido de todo, en los años de bonanza se desconcertó con la corrupción que se pegaba como engrudo en los pasillos de las autoridades públicas, en la época de los conflictos se impresionó con las luchas intolerables por el poder y en los tiempos de la peste detestó la burocracia inhumana de la administración.
En los días siguientes a la sentencia que le acusaba de unos delitos que no eran nada en comparación con aquellos cometidos por los mismos que le denunciaban, se dedicó a enseñar a su nieto, con ejemplos simples, que los políticos y la porquería eran casi la misma cosa.
—Pero tú eres un político —le respondió su nieto.
—Lo sé —dijo Simón Troncoso— por eso te lo digo.
Así fue que Facundo Troncoso aprendió a sus diez años que la actividad que desarrollaba su abuelo era una de las más antiguas y desgraciadas que podía uno imaginar.
Enfrentado a la realidad del mundo el muchachito juró entonces jamás dedicar su tiempo al ejercicio del dominio público, ignoraba entonces que la mala vida lo llevaría precisamente por los caminos que entonces repudiaba y que terminaría sus días perseguido por quienes alguna vez supieron adular su capacidad de líder precoz.
La patraña de llegar al poder para servir al pueblo, por el pueblo y para el pueblo había quedado devastada por la realidad. Simón Troncoso lo sabía desde hacía ya mucho tiempo, pero recién ahora, ante los ojos impávidos de su nieto lo asumía como una fatalidad del destino.
Solo cuando su nieto se marchó para su casa Simón Troncoso dio rienda suelta a sus ansiedades reprimidas y una solitaria lágrima se pena se deslizaría por su rostro. El experimentado político jamás olvidaría el momento aquel en que, aún percibiendo el eco de las palabras que le dijo a su nieto, tuvo que dejar el poder porque el cautiverio en que vivía la justicia lo acusaba de todo y de nada, no importaba que a otros poderosos no los tocaban por causas similar o peores, importaba que el poder era especialista en perseguir a quien piense distinto, a quien sea crítico o a quien considerase un obstáculo.
—Otra vez están repitiendo las mismas vainas de los anteriores 14 años —dijo Simón Troncoso mientras aún recordaba el rostro infantil de su nieto Facundo.
El autor es escritor, ronniepierola.blogspot.com
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ