La locura del bitcóin en El Salvador

CAMBRIDGE - El Salvador se convirtió este mes en el primer país del mundo en adoptar una criptomoneda, en este caso el bitcóin, como moneda de curso legal. Digo el primero, porque otros podrían seguirlo. Pero deberían pensárselo dos veces, porque la idea es muy dudosa y es probable que sea económicamente peligrosa, en particular para los países en desarrollo.

Admitiré que no entiendo, en absoluto, la necesidad de las criptomonedas. Como muchos economistas, no veo qué problema resuelven. No están bien diseñadas para cumplir con ninguna de las funciones clásicas del dinero (una unidad de cuenta, depósito de valor o medio de pago) porque sus precios son extraordinariamente volátiles. Esta volatilidad no es sorprendente porque las criptomonedas no están respaldadas ni por reservas ni por la reputación de una institución bien establecida, como un gobierno o incluso un banco privado u otra corporación confiable.

De hecho, el bitcóin y sus compañeras criptomonedas nacieron de una desconfianza anarco-libertaria hacia los bancos centrales. Es cierto que muchos de esos entes emisores, especialmente en los países en desarrollo, tienen un historial de degradación de sus monedas. Pero adoptar bitcóin como moneda de curso legal tiene poco sentido para El Salvador.

En 2001, El Salvador adoptó el dólar estadounidense como moneda de curso legal, para garantizar la estabilidad monetaria que históricamente no había logrado su moneda nacional, el Colón salvadoreño. La reforma funcionó: la tasa de inflación anual del país, que había superado sustancialmente el 10% entre 1977 y 1995, ha disminuido notablemente desde la adopción del dólar. Y se ha mantenido por debajo del 2% desde 2012 y cerca de cero desde 2015, una rareza en América Latina.

Renunciar a la independencia monetaria que brinda la emisión de la propia moneda conlleva costos, en particular, la pérdida de la capacidad de ajustar la política monetaria en respuesta a las condiciones económicas locales. El Salvador ya lo aceptó cuando adoptó el dólar. Los costos serían aún mayores si una moneda tan inestable como el bitcóin fuera la única moneda nacional. Pero el presidente Nayib Bukele decidió, en cambio, designar tanto al bitcóin como el dólar como monedas de curso legal. La lógica detrás de esa decisión es surrealista.

El bitcóin no ha sido bien recibido en El Salvador. Los residentes locales no quieren verse obligados a aceptarlo. Los mercados internacionales tampoco se muestran entusiastas. La agencia de calificación de riesgo estadounidense Moody's rebajó la calificación de la deuda de El Salvador en julio y otra similar, S&P, podría hacer lo mismo. El diferencial entre la tasa de interés que el gobierno debe pagar por su deuda y la tasa del Tesoro de EE UU ha aumentado considerablemente desde que se anunció por primera vez el plan de “bitcoinización”, en junio de este año.

Hay una función que las criptomonedas parecen cumplir bien: facilitar transacciones ilegales. No hace falta decir que este no es un uso que deba fomentarse. Peor aún en términos del bienestar general, “extraer” criptomonedas como bitcóin, que se basa en la tecnología llamada blockchain para verificar las transacciones, requiere cantidades asombrosamente grandes de energía y, por lo tanto, daña el medio ambiente.

Además, incluso si uno acepta un rol para una o dos criptomonedas, el número que se ha creado es de una magnitud desconcertante: entre 6.000 y 11.000 (o hasta 70.000 tokens digitales). El concepto básico de la utilidad del dinero es que una colectividad de personas elija usar la misma moneda, minimizando así los costos de transacción. Ellas no pueden evaluar ni realizar un seguimiento de la solvencia de docenas de emisores. El dinero es una especie de monopolio natural, razón por la cual los gobiernos asumieron hace mucho tiempo la responsabilidad de su emisión.

A mediados del siglo XIX en Estados Unidos, por ejemplo, los bancos privados y otras instituciones emitieron aproximadamente 8.000 monedas privadas que competían entre ellas. Como señaló Lael Brainard, gobernadora de la Reserva Federal de EEUU, ese período “es ahora conocido por la ineficiencia, el fraude y la inestabilidad en el sistema de pagos". Esta es esencialmente la razón por la que se crearon los bancos centrales.

La lógica que funciona contra una gran cantidad de monedas de uso corriente a nivel nacional también se aplica a escala internacional. Esta es una de las razones por las que el dólar sigue siendo, con mucho, la principal moneda mundial. El mundo no tiene espacio para 11 monedas internacionales, y mucho menos para 11.000.

Si los déficits fiscales y de cuenta corriente crónicos de Estados Unidos hubieran resultado en una fuerte tendencia a la devaluación del dólar a largo plazo, uno podría imaginar a la gente alejándose del dólar y buscando alternativas. Pero esto no ha sucedido, y particularmente no durante el período en el que las criptomonedas han incrementado su valor. Y la inflación de Estados Unidos fue notablemente baja durante este tiempo (aunque últimamente ha aumentado a la par con la recuperación económica).

Algunos, incluido Bukele, afirman que las criptomonedas reforzarán la inclusión financiera al brindar a las personas no bancarizadas el acceso a servicios financieros y al reducir los costos de transacción para pequeños pagos transfronterizos, como las remesas de emigrantes. Estas últimas son particularmente importantes para El Salvador, habiendo promediado alrededor del 20% del PIB anual durante las últimas dos décadas.

Pero es poco probable que el bitcóin sea la solución para ello. Otros medios para reducir esos costos de transacción parecen más prometedores. Y mantener o realizar transacciones con un activo tan inestable es una idea particularmente mala para las personas con bajos ingresos, que no pueden permitirse sostener variaciones de precios de hasta el 30% en un solo día. El bitcóin se ha cuadriplicado en precio durante el último año, lo cual es parte de su atractivo. Pero lo que sube también baja.

Otra desventaja es que incluso los expertos en tecnología digital corren el riesgo de olvidar las contraseñas y perder sus bitcoins. Y, en primer lugar, al menos la mitad de la población de El Salvador no tiene acceso a Internet.

Muchos aspectos de las criptomonedas son desconcertantes, entre ellos el éxito de una broma como el Dogecoin (una criptodivisa derivada de otra que usa como mascota la imagen de un perro meme. Pero la adopción de bitcóin por parte de El Salvador como moneda de curso legal es quizás el ejemplo más extraño y potencialmente más preocupante de todos.

El autor es profesor de formación y crecimiento de capital en la Universidad de Harvard. © Project Syndicate y Los Tiempos, 1995-2021.