¡Viva Santa Cruz!
Un día como ayer, hace 211 años, el 24 de septiembre de 1810, los pocos habitantes que por entonces tenía la ciudad de Santa Cruz se reunieron en un cabildo abierto para decidir en un debate franco y abierto el lugar que ocuparían en el complejo escenario político abierto poco antes en Chuquisaca, y ampliado en La Paz, Buenos Aires, Cochabamba y otras ciudades sudamericanas. Entre las diversas opciones posibles, eligieron la que 10 días antes, el 14 de septiembre, señaló Cochabamba. Santa Cruz se sumó al proceso revolucionario y al hacerlo plantó un pilar fundamental de lo que luego sería la República de Bolivia.
Las crónicas de la época destacan un rasgo singular de aquella reunión popular: la gente que ese día se reunió en la plaza principal de esa aún pequeña aldea tenía las más diversas procedencias. Había tantos cruceños como paceños, chuquisaqueños, cochabambinos, además de orureños y potosinos y no eran pocos los que desde Buenos Aires y otras provincias rioplatenses estuvieron ese día para participar en los debates sobre la mejor manera de sumarse al movimiento insurreccional. En ese acto quedaron definitivamente sellados los estrechos vínculos entre esa región y las demás ciudades de lo que luego fue Bolivia.
211 años han transcurrido desde entonces y es tanto lo que ha cambiado Santa Cruz —la ciudad y el departamento— que en medio del despliegue de modernidad actual resulta muy difícil hallar las huellas del pasado. Sin embargo, hay también rasgos que poco o nada han cambiado con el transcurso de los años.
Uno de ellos es la facilidad con la cual Santa Cruz acogió, siempre, a gentes de los más diversos orígenes. Y como contrapartida, la facilidad con la que quienes eligieron sus llanuras para establecerse, asumieron la identidad y el compromiso con esa región. La Santa Cruz de hoy, cuyo impulso económico ya no se transmite sólo al resto de Bolivia, sino que ha trascendido nuestras fronteras es la más elocuente prueba de ello.
Ese resultado es directa consecuencia de la manera como allá se encuentra, complementa y reproduce la vocación emprendedora de personas que, pasando por encima de sus diferencias, se unen en la búsqueda de la prosperidad individual y colectiva.
Ese alentador panorama se opaca ahora con el avasallamiento de tierras, la depredación de su medio ambiente que amenazan la prosperidad que se busca.
Es que el desarrollo económico cruceño, con todos sus efectos multiplicadores, se asienta sobre bases tan débiles como el extractivismo, la depredación medioambiental y el caótico crecimiento demográfico, tres males que se ciernen como resultado de un éxito económico que, paradójicamente, puede llegar a ser excesivo y se convierten en los principales desafíos que se debe recoger.