No los dejemos plantados, apoyemos sus esfuerzos para vivir
El 1 de octubre, fecha en la que en Bolivia se celebra el Día del árbol, muchas personas de diferentes edades y ocupaciones, además de instituciones y colectivos, se movilizaron con mucho entusiasmo para realizar plantaciones, forestaciones y reforestaciones en las diferentes ciudades y lugares del país.
Estas actividades son desde todo punto de vista plausibles, devuelven la esperanza para pensar y creer que ese tiempo de aletargamiento colectivo relacionado con el poco compromiso por cuidar los árboles y valorar los innumerables servicios que estos nos brindan, fue ya superado.
Tuvimos que sentir en carne propia el rigor de sofocantes días calurosos sin poder encontrar sombra de árboles donde poder cobijarnos, de fuertes y arrebatadores vientos que nos sumieron en profunda intranquilidad, y ni qué decir de las terribles sequías e inundaciones y deslizamientos, que incluso afectaron vidas humanas y, solo de esta manera, se hizo evidente la modificación de actitudes y conductas con relación a los árboles de nuestro entorno local, regional y nacional.
Las acciones de esta reciente celebración, merecen ser valoradas en sumo grado, ya que están comprometidas con el crecimiento y desarrollo de un ser vivo que con el tiempo promete corresponder los cuidados prestados, brindando innumerables servicios ambientales y, por tanto, no sería aceptable que la negligencia individual y/o colectiva frustren la esperanza de vida de estas especies forestales.
Es importante conocer y hacer conciencia sobre las condiciones meteorológicas de los meses de octubre y noviembre para tomar previsiones y planificar la atención y cuidados que se deben brindar a los plantines, de los cuales voluntariamente nos hicimos responsables de manera individual o colectiva.
Es imprescindible brindarles el agua de riego suficiente, de acuerdo con el suelo donde fueron plantados, fundamentalmente hasta que llegue la época de lluvias. También considerar la necesidad de implementar cercas de adecuada protección perimetral para evitar su destrucción voluntaria e involuntaria por personas inadaptadas o por animales que circundan los espacios forestados. Tampoco podemos descuidar la prevención y observación constante y permanente para que las raíces, tallos, hojas y brotes de nuestra planta, no sean atacados por insectos. Estos cuidados son de suma importancia durante los primeros meses de adaptación, crecimiento y desarrollo del plantín, pues garantizan que el mismo no sufra daños mecánicos o fisiológicos evitando la deformación, disminución del crecimiento, debilitamiento o incluso la muerte.
El cumplimiento de estos cuidados y recomendaciones son fundamentales y prioritarias en estos meses críticos para la adaptación del plantín. El resto del tiempo deben brindarse otros cuidados que se extenderán hasta que la especie pueda valerse por sí misma.
Estimadas amigas y amigos, este 1 de octubre quienes nos hicimos cargo de un ser vivo, es decir de la vida de un árbol, merecemos un voto de aplauso y el respeto de la ciudadanía. Sin embargo, debemos asumir conscientemente, la gran responsabilidad para lograr que este árbol un día no muy lejano, pueda ser testigo de nuestro paso por esta vida.
Tengamos la certeza de que los cuidados que hoy brindemos a nuestro plantín, cuando este sea frondoso árbol, serán devueltos multiplicados en servicios ambientales.
Este desafío constituye un aporte de manera particular a nuestra salud y calidad de vida individual, como a la de nuestros congéneres y del ecosistema planetario. El ver crecer un árbol con nuestros cuidados es motivo de gran satisfacción personal, y el que nuestros descendientes se cobijen a la sombra de éste garantiza la trascendencia y significancia de nuestra vida y nuestro paso por este mundo.
Hasta aquí se hizo referencia a los arbolitos plantados en este octubre del 2021, pero sentimos la necesidad de preguntarnos: ¿Cuál habrá sido la suerte de aquellos plantines que fueron apostados hace uno, dos, cinco, o más años atrás? Estamos seguros de que quienes plantaron en aquellos años, también lo hicieron con la misma fe y entusiasmo de ver algún día, su árbol en flor, con la esperanza de cobijarse bajo la sombra de su frondosa copa y deleitarse con el arrullador trino de las aves agradecidas por contar con un apacible hábitat. Si esta esperanza no se concretizó, no es el desagradecimiento o deslealtad de la especie plantada, es que no le alcanzaron las fuerzas para sobrevivir. Seguramente también existen otros plantines que tuvieron mejor suerte, y hoy están de pie. Pero no, no es mejor suerte, es que tuvieron la compañía, el cariño, los cuidados y la asistencia de personas conscientes que no los dejaron plantados.
En este tiempo, la ciencia forestal desafía el surgimiento de especialidades y está gratamente desarrollada y reconocida la arboricultura urbana, de tal forma que nuestros deseos de contar con una ciudad ecológicamente sostenible y sustentable, con paisajes embellecidos por arboledas saludables y coloridas, es posible.
El autor es ingeniero forestal
Columnas de HUASCAR CAMACHO MOJICA