La profesora y los bloqueos

Rosalía Pérez era una buena profesora cuya principal virtud era tener dos dedos de frente. Segura de sí misma y más racional que emocional, no caía en los chismes y espantos en los que solía enterrarse el vulgo común. Solía dar sus clases con la firmeza de la ciencia y ni en los duros tiempos de la peste se dejó arrastrar por los miedos movidos por la ignorancia y la fe.

Fue de pronto por esta solidez de carácter que tampoco cayó en las convocatorias de bloqueos que le lanzaron sus vecinos cuando se sintieron descontentos con las políticas del gobierno de turno.

La rígida profesora solía pasar las tardes de los jueves reunida con un grupo de conocidas a quienes les encantaba oír tangos. Este, que era el escenario ideal para hablar de todo y de nada, se convirtió de pronto en el foro para desnudar las amenazas que se veían aparecer debajo del vientre del poder. Sucedía que el pueblo imaginaba al gobierno como una especie de monstruo pesado listo para aplastarlo todo.

A medida que el calor de la tarde evaporaba los comentarios más simples, Rosalía Pérez fue cada vez más requerida por su poca motivación para apoyar los bloqueos convocados por su propia gente. En un momento dado, cansada de no contestar, abrió la boca para explicar su postura:

—¿Se han dado cuenta de que esto de los bloqueos es la misma medida que se usa en esta noble tierra desde la época de la Colonia?, los indígenas de aquel tiempo bloquearon hasta que los españoles cayeron en la más horrible angustia, en tiempos más recientes ustedes vieron cómo los camiones cargados de fruta se pudrieron al sol por los bloqueos de un expresidente nuestro, en tiempos recientes 21 días de bloqueo no solucionaron los problemas del país y creo que los bloqueos de hoy no cambiarán tampoco nada.

Como pareció que ninguna comprendió, la profesora empleó su recurso más usual: la didáctica.

—En resumen, si bien estoy de acuerdo en el fondo de los reclamos, no lo estoy en la forma. No creo en los bloqueos.

Las amigas se sobresaltaron, los ánimos se encendieron y tras un maremoto de argumentos, una lanzó la pregunta atrevida pero real: “¿Y qué debemos hacer entonces, esperar que nos pasen por encima?”.

—Ahí está lo triste —afirmó Rosalía Pérez— deberíamos tener jueces independientes que detengan los abusos del poder.

—Pero eso no tenemos —le replicó Amanda Gutiérrez, su amiga desde la infancia— el poder judicial está corroído hasta la raíz.

—Lo sé, y no lo niego —respondió Rosalía Pérez—pero aún así sigo pensando que con más bloqueos tendremos más atraso y más miseria, sea quien sea el que los haga.

Un suspiro más tarde y un minuto de silencio después, la profesora Rosalía Pérez concluyó: “El día que no haya más bloqueos este país saldrá de la postergación”.

El autor es escritor, ronniepierola.blogspot.com