Poderes del lenguaje
Cuando lenguaje y política se cruzan, en algunos casos alcanzan poderes cercanos a la magia, el hipnotismo, la despertada fe. Mantras y consignas irradian una fuerza independiente de lo real. Así, entre los masistas está la expresión “proceso de cambio”, que resultó un afortunado estribillo, con mucho superior, por ejemplo, a “la chispa de la vida” de Coca Cola.
“Defender el proceso de cambio”, “nuestro proceso de cambio”… son frases con valor de encantamiento que se escuchan en un espacio de antemano signado por la violencia. Desde ahí, no se entiende, no se admite, no se soporta ninguna disidencia, ninguna diferencia. ¿Cómo los otros no se dan cuenta?
Con ellos están la verdad y la luz del cocal, mientras la devoción es una variante de la misma que se observa en algunas sectas evangélicas, como sus performances de adoración. En el Chapare, me cuenta un conocedor, es impresionante lo mucho que se trabaja en labores de adoctrinamiento. Permanentes talleres, convocatorias, reuniones, actos, banderas. Los jóvenes, me asegura, ya están con la cabeza lavada, listos para ser ‘soldados del proceso de cambio’.
La consigna, o mantra, o encantamiento del sintagma “proceso de cambio” apela a la fe, prescinde totalmente de lo real y la razón, mientras alienta una indesmayable comunidad de creyentes. Por supuesto, el “proceso de cambio” es “revolucionario” y le compite al prestigio y el sueño que estaba signado en esa sola palabra: “¡revolución!” Tan poderosa como para el niño era ‘abracadabra’.
Lástima que no haya una especialidad específica en la lingüística que se ocupe de los efectos mágicos del lenguaje. Una abracadabrología…
El autor es escritor
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.