Ataques al MAS
Vienen de todo lado. Débiles o fuertes, algunos demuestran una envidiable imaginación sólo “visualizable” por el presidente Luis Arce Catacora, la “ira del Inca” y su entorno cruceño pidiendo, en modo inflacionario, perdón a El Alto. Ya no se trata de los previsibles embates de la “derecha”, del “imperio” o de los “racistas”. A quienes “golpean” al MAS se han sumado comerciantes minoristas, transportistas, mineros cooperativistas, estudiantes y, ¡por Dios!, hasta carniceros aliados —coyunturalmente aclaro— a las amas de casa y a las hijas del pueblo.
Todo esto pasa y hasta es normal en un país donde no ocurre nada: del “silencio” escribiría Jesús Urzagasti. Lo inusual es que uno de los más brutales ataques a la administración actual provenga del hombre fuerte de Evo Morales. Mea culpa de Juan Ramón Quintana: “Ahora estamos teniendo dificultades y hay que ser autocríticos, porque nuestros compañeros en el Gobierno y en el Legislativo no tienen la suficiente formación política e ideológica para dar la cara y salir a las calles para ocupar una trinchera y pelear una ley”. Muchos, dentro y fuera del MAS, le recuerdan su “valentía” de “patria o muerte” cuando eligió su “trinchera” en la embajada de México: impostura del impostor.
Ante la diatriba de Quintana, puñalada del maestro por la espalda, ¿qué hace —pregunto— el Ministro de Gobierno, encargado de defender al régimen de las agresiones de afuera y de adentro? “¿Y todavía preguntas, imbécil?”, espeta Licopodio Villazón, siempre desde la punta izquierda: “el Ministro de Gobierno, con la sensibilidad e inteligencia que lo distinguen, no tiene tiempo, está entregando carritos “sangucheros”. Ante lógica tan irrefragable, imagino que el Ministro de Economía, que ya ha anunciado que no habrá segundo aguinaldo este año, debe estar muriéndose de envidia por la originalidad de su colega para reactivar el aparato productivo con una inversión “con aportes propios” que no cuesta nada.
Otras autoridades mazistas, más serias y experimentadas en el “vivir bien”, han salido en defensa del régimen. El Vicepresidente, con el temperamento binario que lo caracteriza, amenaza y previene: “Todo tiene su límite hermanos, que no despierten la ira del inca…” Varias preguntas. ¿A qué Inca se refiere?, ¿creían los incas en la resurrección?, ¿qué haría un inca, si despertara con ira, en los tiempos del Proceso de Cambio? Entiendo que el canciller utiliza un discurso metafórico para deleitar y consolar a sus bases, pero hablar de incas —invasores y colonizadores de los Andes— en un estado plurinacional que reconoce a 36 naciones originarias, es grosero y ofensivo con el “pueblo” reducido a un rebaño de “incas”. Si Pedro Sánchez, Emmanuel Macron y Angela Merkel siguieran las enseñanzas colonialistas de Choquehuanca, amenazarían con la ira del César a sus sociedades descontentas.
Evo Morales, persona non grata, ha organizado una marcha de mazis en “defensa de la democracia”, “exigir justicia” y “por la patria”. Práctico y taimado, el jefe cocalero, desarrolla una jugada maestra que lo coloca en el primer plano de la política actual. ¿La prueba? El pasado martes Luis Arce, David Choquehuanca, Andrónico Rodríguez y Freddy Mamani estaban a primera hora en Caracollo sumándose a la marcha encabezada por el presidente de las siete federaciones del trópico cochabambino. Así quieren demostrar (y desmentir) a Quintana que tienen la “suficiente formación política e ideológica para dar la cara y salir a las calles para ocupar una trinchera”. ¿No es esto, sin embargo, sumisión de las primeras autoridades del Estado al ciudadano Evo Morales?
La movilización de los afines al MAS anuncia el verdadero “golpe de Estado”. Puede que el 29 de noviembre, culminación de la “(hu)evada” en La Paz —según Licopodio Villazón—, se convoque a una Constituyente y nuevas elecciones bajo pretexto de debatir el federalismo o; por lo menos, se pida el retorno al gobierno de Juan Ramón Quintana y otros evistas “duros”. Ante este escenario, Luis Arce corre el riesgo de enfermarse ya que sabe que esa marcha, en su “defensa”, tiene que producir algo, caso contrario será más risible que la “ira del Inca”. Vale.
El autor es economista y filósofo
Columnas de GUSTAVO V. GARCÍA