El “marchismo-leninismo”
Desde que tengo uso de razón, a los bolivianos le gustan las marchas, los desfiles, las paradas militares, las entradas folclóricas y otras teatralidades en movimiento.
La banda tocando, los sicuris templados al viento, las arengas y gritos revolucionarios, los vivas y los mueras a algún protomártir, las banderas al viento, los puños en alto, los rostros en salida hacen el deleite de los camarógrafos de gran angular, los fotógrafos del régimen y ahora drones, que sobrevuelan emocionados esos ríos de gente. Quien mejor logró estas tomas del pueblo en las calles o carreteras es el cineasta Jorge Sanjinés. Las tomas de marchas populares con cámaras móviles son lo máximo en sus películas.
Mejor que una multitudinaria concentración, que dura algunas horas, son las marchas porque crean un sentido épico. La concentración popular es una fotografía, la marcha es una película que tiene la posibilidad de contar una historia por varios días o semanas. Las consignas, los mensajes, y la alerta noticiosa de las marchas capturan el imaginario popular y se adueñan de la narrativa por largos periodos.
En la historia del país, y en el mundo, hay varias marchas que se constituyen divisores de la historia. Por supuesto, todas tienen nombres rimbombantes. Algunas terminaron en anécdotas, otras en las doradas páginas de la historia o en cambios profundos en los países donde sucedieron.
Veamos las más conocidas a nivel internacional y nacional: La larga marcha de Mao, la Columna Prestes, en Brasil, la marcha por la vida, en Bolivia, la marcha por tierra y dignidad, la reciente de los pueblos indígenas de las tierras bajas y otras. Todas ellas tenían objetivos claros, y mística.
En el pasado, Evo Morales participó de marchas importantes. Pero como dice Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”.
La “marcha por la patria” es un acto del partido-Estado que se inventó una causa. Es una ficción política creada desde el poder para ampliar el poder. La marcha de Morales devalúa esta forma de acción social. Sus motivos son varios y mundanos. Primero, mantener viva la imagen del expresidente: yo soy el poder ayer, hoy y siempre. Es el inicio de una campaña electoral que durará cuatro años. Segundo, es una tentativa de hacer “sana sana” de varias de las metidas de pata del Gobierno. Se busca recuperar el ajayu de la legitimidad perdida en el autoritarismo y la impericia. Vente, vente waway. Almita en pena, vuelve a tu cuerpo, rezan los chamanes y achachilas, buscando conjurar y revertir el deterioro político del Gobierno. Tercero, es una estrategia peripatética de recomponer el poder al interior del partido, se busca curar las grandes divisiones. Marchan también para ver si caminando resuelven sus rencillas intestinas. Marchando, de repente los grupos internos, en disputa, se entienden bajo la batuta del guaripolero eterno. Cuarto, de yapa, marchar contra un enemigo potencial o fantasmagórico o inventado siempre funciona para distraer a una población golpeada por la crisis económica.
La marcha que pretende hacer “reventar La Paz”, recuerda batallas medievales donde el líder arenga al pueblo y lleva a las masas a la confrontación final, a la victoria histórica. La marcha de Evo es un ritual de reafirmación de fe y una auditoria de lealtades. Presidente, vicepresidente, toda la corte del poder y sus movimientos corporativos marcan tarjeta en la protesta en movimiento.
Esta es una marcha curiosa, organizada y financiada desde el Gobierno para defender al Gobierno. Es una marcha que inclusive tiene su efecto económico, y tal vez es la contribución boliviana al keynesianismo mundial, marchan para poner en marcha a la economía. En otras latitudes, para reactivar la demanda agregada, construyen hospitales, infraestructura de Internet, pirámides, murallas, pero aquí marchamos.
La “marcha por la patria” es una joya del keynesianismo de guitarreada, este que cree que todo lo que meta plata a la economía es una maravilla. En este caso, contratación de buses para llevar gente, compra de bloqueador solar, sombreros, gorras, engreídos lentes de sol, pitos, banderas, alimentación y alojamiento, por varios días, de miles de personas, caravana de autos estatales y también la contratación de conjuntos folclóricos que van entreteniendo a los marchistas.
En una marcha se crea un ecosistema móvil que acompaña a los marchistas donde se vende comida, “chelas”, papitas, coca, parche salonpas, agujas e hilos para las ampollas y otros estimulantes para mantener la vitalidad. El “marchismo-leninismo” tiene un efecto multiplicador importante en pequeñas y medianas empresas. En los pueblos donde pasa la marcha deja su huella de dinero y bienestar instantáneo y leyendas que los pueblos contarán por meses.
Sin embargo, las marchas como fenómeno económico generan una burbuja de consumo instantánea, su impacto se queda en la etapa de la circulación de las mercancías como diría el viejo Marx. Es bienestar pasajero, es como cuando el circo llega al pueblo, no deja desarrollo simplemente rentismo y entretenimiento. Todo está armado para que Morales disfrute nuevamente de las luces del espectáculo político. Vuelva a desempeñar su mejor papel de rebelde de las carreteras, pero ahora totalmente deslactosado después de 14 años de poder y un fraude.
Ahora bien, no hay la menor duda que la marcha es un excelente ejercicio de cardio. Muchos de nuestros jerarcas del poder, burócratas y líderes actuales, están disfrutando de las mieles del Estado y han descuidado las formas. La mayoría ha entrado en la edad de la “pokorancia” o sea, del engorde en disfrute. Esta caminata les cae muy bien.
Los funcionarios públicos aprovechan esta oportunidad para convertir la marcha en un Woodstock andino en movimiento. Imagínense cinco días sin trabajar, comida gratis, pachanga garantizada, oportunidad de ligue y encima se agrada a los jefes. Cinco días de revolución, amor, guitarreadas y ciertamente bebidas espirituosas. Nadie es de fierro, hermano y compañero. El evento inclusive atrae a un embajador desubicado y metiche que quiere salir en la foto.
Las malas lenguas dicen: “Quien no puede gobernar, marcha” Y la rumba catalana de Rosario Flores: “Si el cuerpo te pide marcha, marcha le tienes que dar”. Agradezco a Luis Fernando Ortiz por la feliz expresión de “marchismo-leninismo”.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.