La Revolución de las Pititas
Acabando el año, política y socialmente de la peor de las maneras, entrando ya de hecho a una dictadura, recuerdo las gloriosas semanas de las barricadas.
La Revolución de las Pititas. Ya que es Evo, finalmente, quien acabó poniéndole el mote, o la denominación, al amplio movimiento nacional con que lo hicimos correr del país después de su demostradísimo intento de fraude, habrá que continuar nomás con estos juegos lingüísticos y tomarles, ya también, otra palabra muy cara para los actuales canallas y que tanto maltrataron: la palabra revolución.
Y hay que decir: la única revolución visible en Bolivia en los últimos lustros fue la Revolución de las Pititas. La revolución de las barricadas hechizas, hasta en la última esquina de Bolivia fue, además, enteramente pacífica excepto en la medida que también supo defenderse de los violentos ataques de los masistas, para quienes cometer un fraude simplemente no tiene nada reprobable. La democracia les importa un comino.
Podemos aproximar, además, la revolución de las pititas al mayo francés en la medida en que entonces ocurrió algo que para Gilles Deleuze fue “un fenómeno de videncia, como si una sociedad viese de repente lo que tenía de intolerable y viese al mismo tiempo la posibilidad de algo distinto”. Exactamente lo que por un momento sucedió aquí.
Pero pronto la Revolución de las Pititas fue arruinada y estropeada por lo que siguió, y hasta tal punto se hizo todo mal que se acabó propiciando el retorno del Fraudulento, que no deja de arruinar y arruinar y lo seguirá haciendo. El fracaso de esa revolución significó y significa el fracaso de Bolivia y está a punto de significar, también, el fracaso de la democracia.
Mal parecen venir las cosas. Lástima ser tan aguafiestas, pero así es como pintan...
El autor es escritor
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.