Bolivia y las mentiras (VI) – La verdad
La verdad es que la verdad puede ser incómoda.
Hace casi un siglo, Luigi Pirandello nos lo demostró en Uno, ninguno y cien mil, una novela en la que el protagonista, Vitangelo Moscarda, entra en una crisis de identidad cuando estaba frente al espejo y observa que su nariz tenía algo raro. Cuando su mujer, Dida, le dice que, en efecto, el apéndice es algo torcido, Vitangelo sigue revisándose y encuentra más defectos. Desde entonces, ya no podrá vivir en paz. Había encontrado una verdad incómoda y no pudo manejarla.
Para vivir en paz, los pueblos suelen inventar mentiras que ayudan a sobrellevar las verdades incómodas. Inventan mitos y leyendas con héroes extraordinarios. Eso es más fácil que mirarse al espejo y encontrar sus defectos.
Si alguien empieza a señalar las verdades incómodas, entonces será odiado como Dida. Me pasa a menudo y fue más evidente la semana pasada cuando, en esta misma columna, reclamé por la ingratitud de Bolivia con Potosí. Muchos lectores ignoraron el fondo del asunto, que era el reclamo, y optaron por decir que destilaba complejo de inferioridad. Es curioso, si se toma en cuenta que frecuentemente se me acusa de soberbia por ir, precisamente, en sentido contrario a lo que se considera inferior.
A Bolivia le incomoda que se le muestre los defectos de su historia. Solo así se explica que, pese a que los historiadores van desmontando mitos, la gente prefiere seguir repitiendo las mentiras. Evita mirarse al espejo.
Y los que más inventan mentiras son los gobernantes, porque la verdad no les permitiría gobernar cómodamente. El partido en función de gobierno, por ejemplo, ha comenzado a desarrollar toda una teoría de un golpe de Estado para reemplazar la verdad de lo que ocurrió entre octubre y noviembre de 2019, cuando se denunció un fraude electoral, desde distintos frentes, y las protestas ciudadanas acorralaron al entonces presidente Evo Morales que, como una salida a la crisis, ofreció convocar a la OEA para que haga una auditoria a las elecciones y se comprometió a respetar su dictamen. No calculó que la OEA confirmaría las denuncias y le dijera al mundo que sí, que en Bolivia hubo fraude electoral.
La mentira que se quiere imponer, mediante la repetición machacona, es que la OEA fue enviada por el imperialismo norteamericano y denunció fraude para posibilitar un golpe de Estado. Quienes vimos lo que pasó en 2019 no vamos a tragarnos esa píldora, y esa es una verdad incómoda.
En este ciclo, y en menos entregas de las previstas, les mostraré otros ejemplos de cómo se inventó mentiras para cubrir verdades incómodas y, pese a ser invenciones, siguen repitiéndose actualmente por la gente que no quiere mirarse al espejo para no descubrir sus defectos.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA