Los abogados, el café y la ética
Precisamente fue una situación totalmente cotidiana la que provocó aquel reducido debate. No era que los justificativos de unos no cuajasen con la ofuscación de los otros, pasaba que se enfrentaban los valores morales contra los principios jurídicos.
El doctor Rubén Cáceres del Prado era un connotado abogado entendido en las materias sustantivas y adjetivas del derecho, en tanto que su compadre, el doctor Octavio Llanos, era un constitucionalista de renombre. Ambos, setentones de pelo cano y cejas espesas, se encontraron una mañana de diciembre para tomar un café. Tras inhalar la agradable fragancia, los hombres vieron cómo dos jóvenes colegas suyos, de terno y corbata, lentes y celular, se sentaron a una mesa cercana. Sin poder evitarlo, los viejos abogados escucharon la conversación, y esto fue lo que oyeron:
—El sujeto tiene todo el derecho a reclamar por el daño que le han provocado —afirmaba uno.
—¡Por supuesto! —proclamaba el otro— no importa si estaba robando, él era un sujeto formado en armas y bien pudo hasta matar, pero no lo hizo porque decidió respetar la vida.
De inmediato los viejos abogados identificaron en la charla el controversial tema que rondaba en la ciudad. Sucedía que en días pasados un hombre, militar de profesión, había intentado robar una empresa comercializadora de coches y en el trance del asalto tiró bala a lo que pudo hasta que cayó atrapado por los vecinos. El criminal recibió una soberana paliza que casi lo mata, lo que motivó que su abogado anuncie acciones legales contra aquellos que le maltrataron.
El doctor Rubén Cáceres del Prado, como solía hacer cuando no estaba de acuerdo con algo, no pudo quedarse callado, y mientras disfrutaba de su café, se animó a intervenir.
—¿Y no creen ustedes jóvenes que más allá de lo meramente legal debería de considerarse el factor ético?
Los jóvenes abogados, sorprendidos por la interrupción, mas no amedrentados por la observación, respondieron:
—Han atentado contra la integridad física de una persona. Eso tiene sanción ーdijo uno de ellos.
—Él pudo haber matado con su arma de reglamento —respondió el doctor Llanos.
—Estaba sujeto a mucha necesidad —le justificó el otro joven.
—Si fuese así, todos podríamos aducir una necesidad y cometer todo tipo de delitos —respondió con calma el doctor Cáceres del Prado.
—Tengan en cuenta que es igualmente antiético que se maltrate así a una persona —afirmó uno de los jóvenes letrados.
ー Más antiético suena defender a un criminal —manifestó el doctor Octavio Llanos— lo que ustedes proponen equivale a que un violador demande a su víctima porque ésta le rascó la cara mientras se consumaba el delito.
—¡Todos tienen derecho a la legítima defensa! —replicó uno de ellos— la Constitución así lo permite.
—Cálmese jóven —respondió el doctor Rubén Cáceres del Prado—. No olvide lo que aprendió en el primer año de su carrera: la ética no se negocia.
El doctor Octavio Llanos, tras beber un sorbo de café, dio por terminado el debate con una frase que quedó resonando en los oídos de los jóvenes abogados:
—Queridos jóvenes, de pronto ustedes no lo conozcan, pero un prestigioso abogado uruguayo de nombre Eduardo Couture, dijo una vez: “el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.
El autor es escritor, ronniepierola.blogspot.com
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