A mediados de enero…
Mucho tiempo ha pasado en los últimos tiempos. De los incendios (de inspiración masista) de hace tres años casi seguido al fraude, del fraude a las gloriosas barricadas, a la pandemia, y hasta el retorno de otra-vez-Evo de nuevo indisponiéndolo todo. El personaje más nefasto que se ha registrado desde García Meza no se ahorra ni robos ni agravios ni venganzas y su mala sombra oscurece el país entero.
¿Habrá alguna modesta salida, sin que se llegue a lo peor? No se sabe, las cartas vienen malas.
Lo malo es que día que pasa, semana que pasa, hay una nueva barbaridad, algún nuevo desatino, no hay el menor viso ni de gobierno ni de un mínimo de democracia, ni se ve señal alguna conciliativa en algún sentido… ¡todo lo contrario! Y la sensación de que algo no deja de estar cocinándose a fuego lento… El MAS llena estadios abarrotados de gente convencida de lo inverosímil y a la que se alimenta de resentimientos y desquites, se la azuza contra constantes enemigos. Son como una versión local de los rallies de Trump, y parecen también calcados de un manual fascista o estalinista de implantación de una Jefatura Mayor. Masas y micrófonos. Marchas en pos de la propia esclavitud. No cesó su servil condición. Paralelamente, se multiplican los grupos paramilitares, además gozando de carta blanca (véase Las Londras). La fuerza y el convencimiento del masismo, fácilmente traducible en violencia, a la menor chispa, es un polvorín sobre el que estamos sentados todos.
En fin, hay que seguir viviendo.
Hay que irse a las catacumbas, decía H. A. Murena, un argentino que pensó en estas cosas. Que es el espíritu el que da vida de verdad y se trata de su salvaguarda.
Me gusta recordar, entre muchos más, los casos de La Divina comedia y de la gran pintura flamenca del siglo XII. Al ir conociendo la vida de Dante, me entero de que fraguó, y escribió esa absoluta inmensidad que es la Comedia en un país poco menos que en llamas, y él en dificultades, errante, exilado para siempre, zarandeado, medio pobre… Y luego siempre me encanta recordar lo que Fromentin comenta sobre los grandes pintores flamencos de tal época, en la que casi todos los días se oía el repicar de los cañones… “sin que a ellos les tiemble la mano que sostenía el pincel”. Románticos cuentos y exageraciones, dirá alguien, y quién lo negaría, y para otros puede que esté pintado excesivamente oscuro el panorama descrito al principio…
Quién sabe, quién sabe…
El autor es escritor
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.