Una mirada a nuestro alrededor
Simón I. Patiño fue un modesto empleado en una tienda comercial en Cochabamba, se trasladó a Oruro donde trabajó humildemente para la empresa Germán Fricke y Compañía.
Desde el tiempo de la Colonia, el español Juan del Valle se había dedicado a buscar en la cumbre del cerro Llallagua, a 4.000 metros de altitud, una mina que se decía era fabulosa, pero la abandonó decepcionado al no encontrar nada.
Transcurrido el tiempo, luego de pasar por varios propietarios, un señor apellidado Oporto compró la mina “La Salvadora” en 80 bolivianos, Patiño desde que dejó el colegio y había ahorrado con grandes sacrificios 5.000 bolivianos, se hizo socio de Oporto quien ante tantas deudas y procesos judiciales abandonó la sociedad, dejándola en propiedad de Patiño. Este, acompañado de un indígena, escaló a la cima de la montaña, allí vivió más de tres años y encontró solo la soledad, el viento, el hambre y el frío, mientras tanto las deudas lo acogotaban, no contaba con la suficiente cantidad de alimentos ni material de trabajo, llegó un momento que no tenía ni fósforos ni pan. Reinaba en el país un ambiente de violencia y sangre con la guerra civil federal.
Un día, un arriero apareció ante Patiño acompañando a una joven y a sus tiernos hijos, era su esposa Albina de 16 años que había resuelto reunirse con su esposo. Patiño lloró por el gesto heroico de su esposa y le dijo “¡Algún día te construiré un palacio!
Tiempo después, Menéndez, su capataz, apareció lanzando gritos anunciando que habían encontrado una enorme veta, rogaron porque no fuera plata, que ya no valía, sino estaño. Analizado el metal en Oruro, le avisaron a Patiño que el mineral era estaño: había descubierto el yacimiento más rico del mundo. Patiño se convirtió en un magnate, compró los hornos de fundición de Londres, adquirió propiedades, empresas y yacimientos mineros en América del Norte, Europa, Asia, África y Oceanía.
La Revolución Nacional de 1952 nacionalizó las minas de Patiño y posteriormente ingresaron al país grandes corporaciones multinacionales saqueando sus riquezas naturales.
Borrando el tiempo y comparativamente, no sabemos si hoy con la descendencia de Patiño Bolivia estaría peor o mejor que con los George Soros, la Samsung, las empresas chinas y otras transnacionales presentes en Bolivia, pero Patiño, al fin de cuentas, era boliviano y, sin que creamos que fuera un santo, quisiéramos creer que podía haber impulsado la economía nacional.
Para adentrarse en esta apasionante historia es imprescindible hojear Llallagua de Roberto Querejazu Calvo.
Muchos de los megamillonarios que hoy dominan el mundo tienen antecedentes tétricos, pero aducen que su enorme fortuna la deben a su sacrificio, cuando algunos de ellos, antes de Napoleón, financiaban las guerras acrecentando su poder, como el terrorífico Nathan Rothschild. Ahora, lo multimillonarios son los dueños de la ciencia y de la tecnología, los que ponen en marcha los viajes espaciales turísticos detrás de la conquista del universo, como Elon Musk que expresa que puede dar golpes de Estado donde él quiera, interesándole mucho el litio de Bolivia.
Los megamillonarios, curiosos “filántropos” de la muerte, así como financian proyectos fantásticos, como la inteligencia artificial, las ciudades inteligentes, prolongación de la vida humana de las élites, etc., ¿por qué no resuelven enfermedades que diezman a la población mundial, como la simple gripe, el cáncer, la diabetes, el VIH-sida, la hipertensión o la Covid-19? Algo está sucediendo.
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA