Los dos últimos años de la educación en Bolivia
La educación ha sido claramente afectada por la Covid-19. Muchos países en el mundo han cerrado las puertas a la educación en el primer año y otros han encontrado en la educación en línea una salvación para no detenerla.
En Holanda, las clases no se han detenido más que por cortos periodos. Muchos dirían que son el ejemplo para seguir, pero es más importante indagar en los factores para este hecho.
En Bolivia, la educación tiene otros posibles factores. El internet regular es 16 Mbps por 25 euros/mes y uno de 70 Mbps cuesta 53 euros/mes. Temperatura: hace que las personas puedan estar fuera de casa, los niños pueden jugar en el patio. Costo de un niño sin educación: la población piensa que, en general, la educación pública es de bajo nivel. Ir al colegio significa contagiarse de Covid y aunque los niños no tienen consecuencias, los adultos sí. Además, muchos niños asisten a una escuela lejos de su domicilio, lo que implica transporte público que expone a los padres a la Covid.
El costo de un enfermo con Covid es altísimo porque tener baja médica implica una fila desde las 3:00 para ver al médico que dará la baja médica sólo para cuatro días. En el caso de que la enfermedad se torne crónica, el paciente debe pagar grandes sumas de dinero en dólares porque el Gobierno no ha logrado controlar los precios de los lugares que atienden Covid. Y aun pagando todo, la tasa de mortalidad en Bolivia por Covid es elevadísima. Por tanto, en Bolivia, la educación queda en segundo plano para las familias.
Lastimosamente, también la educación para el Gobierno está en segundo plano para que nadie reclame la falta de internet, el bajo número de personas vacunadas, o la baja efectividad de las vacunas que aún siguen generando enfermos graves y muertos. Soluciones insostenibles como obligar a no cobrar la pensión en febrero o no registrar todos los casos de mortalidad por Covid son parte de estas “soluciones”.
La autora es PhD en economía internacional
Columnas de KATHYA CÓRDOVA POZO