Los masistas prorrusos
Desalentadoras noticias sobre la invasión de Rusia a Ucrania informan sobre el inclemente asedio a Kiev. Nadie que esté cuerdo podría apoyar más horas de enfrentamiento armado y de zozobra en ese país.
A juzgar por el tono beligerante de los discursos del líder de la Federación Rusa, Vladímir Putin, nada impedirá que cese el cerco contra el Gobierno del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Putin, en su clásico lenguaje desafiante, ha negado inclusive que Ucrania sea un Estado al que ha definido como una creación de la desaparecida URSS y, en la línea de desacreditar la legitimidad del Gobierno ucraniano, en las últimas horas ha llamado al ejército de ese país a dar un golpe de Estado. “Tomen el poder en sus manos. Para nosotros será más fácil llegar a un acuerdo con ustedes que con esta pandilla de drogadictos y neonazis que ocuparon Kiev y tomaron como rehén a todo el pueblo ucraniano”, ha declarado el gobernante ruso.
Como ha ocurrido en Bielorrusia, Putin aplica fielmente una receta para controlar los hilos del poder en territorio de Ucrania: busca deponer a Zelenski, quien ganó las últimas elecciones con casi el 74 por ciento de la votación, para poner en su lugar a un presidente títere, como Aleksandr Lukashenko. De ese modo, según los rusos, se evitaría que Ucrania se integre a Europa y a la OTAN, lo cual, según Putin, es un serio riesgo para la población de su país. Establecida esa meta, es muy difícil que se detenga esta invasión que en realidad, a medida que transcurren las horas, se convierte en una ocupación, que se define como la permanencia en cierto territorio del ejército de otro Estado sin fines de anexión sino de intervenir en su vida pública y dirigirla; es decir, Rusia está interesada en imponer un gobierno dócil y complaciente, que obedezca, como Lukashenko, las órdenes de Moscú.
Bajo estas circunstancias, no ha dejado de llamar la atención cómo los líderes del orbe se han alineado o bien con Ucrania o bien con Rusia. En América Latina, los países de la órbita del Grupo de Puebla o del socialismo del siglo XXI han otorgado un respaldo irrestricto a la invasión rusa a Ucrania: Cuba, Venezuela y Nicaragua; otros, como Chile y Uruguay, han condenado que se use la fuerza en Ucrania; nuestro país, mediante la Cancillería, ha emitido un comunicado en el cual no condena la invasión y hace un llamado a la paz.
Pero quienes, en sus últimas manifestaciones públicas, son abiertamente favorables a Putin y a Rusia son los dirigentes masistas. El expresidente y líder cocalero Evo Morales ha condenado al intervencionismo de Estados Unidos como causa del actual conflicto entre Rusia y Ucrania y ha acusado a la OTAN, a la que califica de expansionista, de ser una seria amenaza a la paz y seguridad internacionales. Además, otros parlamentarios de este partido inclusive han llegado a felicitar a Putin… El respaldo del masismo a Rusia obliga a preguntarse: ¿cuál ha sido el rol de los prorrusos en las dos últimas dos décadas de la política nacional? Tal vez muchos hechos se expliquen a partir de la respuesta que se dé a esta interrogante.