Bolivia y las mentiras (XIV y final) - La traición
Cierro este ciclo, que numeré tan mal, con el convencimiento de que podría dedicar una columna al tema de las mentiras… y no terminaría nunca.
Y cierro con el tema del mar, aprovechando la fecha recién pasada.
No voy a hablar de las mentiras que se tejieron en torno a Hilarión Daza y la celebración del carnaval, porque eso ya se ha vuelto muy trillado.
Cierro recordando que entre los episodios vergonzosos de la Guerra del Pacífico está la resistencia que opuso el comandante de la quinta división, Narciso Campero, a cortar el avance de los chilenos, como le había instruido el presidente Daza.
Como se sabe, Aniceto Arce y Gregorio Pacheco eran miembros del directorio de la Compañía Minera Huanchaca, la empresa a la que no le convenía la guerra, porque perjudicaba sus exportaciones de minerales. Un diario de campaña de la quinta división del ejército boliviano demuestra que Arce visitó a Campero en plena campaña. Se desconoce qué fue lo que trataron.
Y un hallazgo reciente, gracias a la revisión de los periódicos de la época —los verdaderos, no los falsificados—, es que Campero le siguió juicio a Pacheco reclamándole su participación en una mina que poseía este último. Al parecer, la copropiedad de esa mina no fue adquirida mediante un proceso de compraventa, sino que habría sido una promesa. Cabe, entonces, preguntarse, ¿por qué le cobró Campero a Pacheco? La pregunta tiene importancia si se toma en cuenta que Campero nunca salió a cortar el paso a los chilenos, lo que quizás habría evitado que ellos continúen avanzando. Como nadie los detuvo, el ejército chileno llegó hasta la mismísima Lima y la opinión pública tanto en Perú como en Bolivia se volcó en contra del presidente Daza.
Se le acusó de haber retrocedido en Camarones, en lugar de haber reforzado el ejército peruano, y ahí fue que nació la mentira de que el presidente se guardó la noticia de la invasión chilena para seguir festejando el carnaval.
Las mentiras que se fabricaron entonces tenían el propósito de desprestigiar a Daza y posibilitar el golpe de Estado, que finalmente se produjo. Hay razones para suponer que la oligarquía minera armó la conspiración con el fin de que Bolivia se retire de la guerra, y deje fuera del conflicto a la ruta que utilizaba la Huanchaca para sacar sus minerales. El juicio por la mina es una prueba de que Campero tenía un acuerdo con Pacheco y, consiguientemente, actuó obedeciendo las órdenes de Arce.
Tras la destitución de Daza, Campero fue presidente y le siguieron Pacheco y Arce.
Cuando Daza volvió al país para demostrar la conspiración, lo asesinaron en Uyuni. Lo primero que hicieron fue desaparecer su maleta, que venía cargada de documentos de descargo.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA