Ministro en capilla
No es un buen momento para el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, quien, según lo anunciado por el oficialismo, será interpelado; pero esta vez no deberá dar explicaciones sobre sus actos administrativos a la oposición -recordemos que en su última comparecencia en el Legislativo salió aplaudido por los masistas-, sino a los legisladores de su propia fuerza política, quienes están listos para bajarle el pulgar y decretar así su censura, lo cual implica que debería dimitir.
¿Qué hizo Del Castillo para verse envuelto en esta incómoda situación? Lo que hizo el Ministro de Gobierno, en un acto público en La Asunta, cuando comenzaban las tareas de erradicación de coca excedentaria e ilegal en esa zona yungueña, fue declarar que “lamentablemente hay gente, dirigentes, diputados que se están llenando los bolsillos, cuando la gente que está en su guacho se está empobreciendo”.
Pero Del Castillo fue más allá. Agregó que “hay gente que tiene tres, cuatro, cinco, hasta ocho hectáreas y son los primeritos en conseguir permisos para sacar la hoja de coca. Sabemos quiénes son esos dirigentes, sabemos quiénes son esos diputados. A esa gente hay que empezar a controlar”, afirmó el Ministro.
A partir de ese momento, se ha convertido poco menos que en un paria, porque sus declaraciones parecen haber tocado el nervio central del poder fáctico en este país. No otra cosa significa que Evo y sus cocaleros, en un pronunciamiento público, lo hayan acusado de promover la división interna del masismo, de ser un operador de la derecha, de estar sometido a la estadounidense DEA, de ser impulsor de la persecución de “los militantes del instrumento político” y de no tener dignidad ni identidad para ejercer esas funciones.
Prácticamente ya en la lona, Del Castillo ha recibido otros dos golpes letales: “El Ministro de Gobierno deja de lado los principios ideológicos y políticos que debe tener un verdadero militante del MAS-IPSP, falta a la verdad”, expresa el referido documento y agrega: “Insinúa, como hacían sus antecesores Murillo y Sánchez Berzaín, que los productores de coca somos narcotraficantes”.
Aunque Del Castillo ha pedido disculpas por sus declaraciones, ha asistido a una sesión con los parlamentarios masistas para explicarles el alcance de lo que ha afirmado, nada aplaca la furia del oficialismo, uno de cuyos dirigentes ha asegurado que van a “corregir” la conducta del ministro del presidente Arce.
Alea jacta est, diría Julio César. Pero antes de que caiga el telón se debe decir en su descargo que pasó rápidamente de ser ovacionado a ser lapidado porque se atrevió a referirse a “dirigentes” y “diputados” que se enriquecen con la coca; ¿quiénes son estos misteriosos cocaleros? Un ministro de Gobierno con principios ideológicos y políticos masistas al parecer es aquel que no habla sobre estos temas. Y como Del Castillo no se calló ahora buscan censurarlo.