¿Cómo perciben los masistas su propio fraude, dos años después?
Ése es un problema de orden político-cognitivo, tan apasionante para los estudiosos de espejismos psíquicos como el caso de la Gran Mentira (The Big Lie), como llaman Donald Trump y su banda a las últimas elecciones en que perdieron sobradamente y de cuya ilegitimidad jamás lograron enseñar una sola prueba. Pero ahí siguen gritoneando. Afirman que les hicieron fraude y deben mantenerlo a todo volumen, mientras el trumpismo, parece, acabó por tragarse al republicanismo. Lástima de país.
Igual e inversamente pasa aquí con Evo y los suyos. Ya también hicieron un fraude de verdad, probado y requeteprobado y después lo niegan. Para coronar su negacionismo, inventaron un golpe, equivalente a su vez al ataque del trumpismo al Capitolio.
No en vano Evo y Donald parecen el uno para el otro: hermanos espirituales. Opuestos discursos y aspectos, pero son un mismo personaje, un mismo mitómano con similares pretensiones narcisistas.
Otra vez: aparte de poblaciones campesinas desinformadas o grupos que dócilmente asienten a lo que se les dice u ordena y que pueden llegar a creer que efectivamente no hubo fraude, los que nos interesan en este artículo son más bien los otros, los que ya sea que participaron en el fraude o simplemente supieron efectivamente que lo hubo, pero sin embargo, en ambos casos, se ven en la obligación partidaria de negarlo. Sabiéndose aposentados en una mentira, ¿cómo la negocian consigo mismos? Pero ese es un problema moral privado, del que tampoco trataremos.
Lástima, la historia estará privada para siempre, o por muy largo tiempo, sobre los pormenores que se dieron y todos quisieran saber: ¿a quiénes se les ocurrió primero el fraude? ¿A Evo y unos pocos? ¿A cuántos y a quienes se les comunicó la verdad? ¿Quiénes exactamente participaron? ¿Estaba todo de antemano preparado para cometerlo o fue al ver la paliza que les iba dando Carlos Mesa que interrumpieron la conexión del TREP y se decidieron de una vez? Ojalá que de aquí a unos años alguno se decida por fin a hablar. Mientras tanto, los demás no lo olvidamos.
De cualquier forma, la clave para comprender la problemática de esta conciencia masista averiada (al saberse erigida en el lodo, duda de su propia sostenibilidad) nos la pueden dar, justamente, Trump y sus secuaces. Una pregunta similar e inversa, en efecto, pende sobre ellos en el norte: ¿de verdad se creen que hubo un fraude contra Trump, aunque no haya una sola prueba real?
Esto lo analizaba muy bien Thomas Zimmer en un artículo (en The Guardian) cuyo solo título también le viene bien a nuestro caso: The real —and far scarier— reason Republicans think Biden is illegitimate, o “La verdadera, y aún más temible, razón por la que los republicanos creen que Biden es ilegítimo”. Como si dijéramos: La verdadera razón por la que los masistas creen que el fraude (aunque formalmente lo nieguen) es legítimo.
Los unos y los otros proceden con un mismo razonamiento que redime sus ansias. Para el trumpismo, y como lo muestra Zimmer, cualquier victoria de los demócratas, incluso sin fraude, es ilegítima de fondo. Aún si ganaran, los demócratas lo hacen en tanto que antiestadounidenses, pues los Estados Unidos soñados y verdaderos son blancos, patriarcales y cristianos, mientras los demócratas quieren meter cualquier cosa trucha. Por tanto, aún si ganan, no vale…
Exactamente lo mismo que pasa con Evo y los suyos. Cualquier oponente de Evo era, es, necesariamente “la derecha”, “el imperio” y está (estaba) necesariamente contra el “pueblo”, contra “la revolución”. Por lo tanto es ilegítimo, no vale.
Una de las bartolinas lo decía explícitamente: si perdía Evo no iban a permitir… Nada sería más antirrevolucionario, por cierto, que “devolver” el poder tras una elección.
¿Y dejarles a otros el manejo del Banco Central, la recepción de “comisiones”, las decisiones de altos puestos y altos sueldos? ¡Antes fraude!
Son los mismos que ahora exhiben su propia bajeza inventándose un “juicio” a Jeanine Áñez y la tienen presa, sometida a graves torturas psíquicas. Han convertido a Bolivia, paralelamente, en un país vergonzoso, tal como lo es ahora, para toda la comunidad internacional (y cualquier persona decente) un país que vota a favor de los crímenes de Putin.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.