El sistema de partidos políticos
Un experto en asuntos políticos expresó públicamente que para que un grupo de personas sea considerado partido político lo más importante es que cuente con personería jurídica, sin tomar en cuenta que ésta no es más que un simple requisito jurídico-formal, es como si hubiese expresado que para que una persona humana sea reconocida como tal primero debiera estar inscrita en el Registro Civil, antes de nacer.
El verdadero partido político es aquel que representa los intereses de una clase social concreta y los trámites legales para su reconocimiento vienen por añadidura; en este sentido a los partidos se los puede clasificar en partidos históricos y coyunturales.
Los primeros son aquellos que duran el tiempo que dura la clase a la que representan, como por ejemplo el MNR o ADN, así hoy su estado sea famélico, y no es que la clase correspondiente le extienda certificación de representación al partido, sino que el partido en el marco de su ideología, en su carta de principios, hasta en su estatuto y en su accionar, encarne las mismas finalidades y aspiraciones de clase y mejor aun si sus componentes personales tienen tradición dentro de esa clase social, porque si una clase no tuviera partido no tendría manera de llevar a la práctica sus finalidades, no podría capturar el poder, sólo le quedaría la fuerza, el golpe de Estado. Existiendo fácticamente, el partido recién deberá realizar los trámites legales para su reconocimiento como tal.
En cambio, los “partidos” coyunturales son de efímera existencia, pues se organizan a raíz de algún acontecimiento, de algún problema social circunstancial, teniéndose como ejemplo los “frentes políticos”, las plataformas que tan pronto aparecen como desaparecen una vez resueltos los fines para los que se conformaron, tales los casos de la UDP, el 21-F, etc.
En los llamados partidos “policlasistas”, si bien contienen en sus filas a representantes de varias clases sociales, hay siempre una sola clase social la que manda, arrastrando subalternamente a las demás.
No hacemos alusión a las llamadas “organizaciones sociales del MAS” porque éstas son simples grupos de presión, como en tiempos del MNR eran las Barzolas o las milicias armadas, hoy las Bartolinas o los Ponchos Rojos.
Al arribo de 2005, los partidos políticos habían llegado a su máxima degradación, dando lugar a la eliminación del “sistema de partidos políticos”, entendiéndose que posteriormente se constituiría un nuevo sistema de partidos saneado moral e institucionalmente, pero el remedio resultó peor que la enfermedad, porque tal nuevo sistema jamás apareció y en su reemplazo fue impuesto solapadamente el estilo del “partido único”, propio de las dictaduras, incluso el nuevo instrumento legal regulatorio cambió de denominación por el de Ley de “Organizaciones” Políticas.
Dichas “organizaciones” no son propiamente partidos, su existencia es efímera, para decir mucho, son una especie de pequeñas montoneras dirigidas por gente desconocida social y políticamente, pero como cuentan con una sacrosanta personería jurídica ésta la alquilan a un candidato presidencial lisiado políticamente, como el Partido de Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL), Libertad y Democracia (Libre21), el FRI y otras menudencias que nadie las recuerda.
Dentro de esta maquinaria diseñada exprofesamente, es que el triunfador resulta siendo siempre el “partido único”, el MAS, que es un partido político clasista, que por cálculo se autodenomina “instrumento” y que representa a la clase dominante, a la nueva y a la vieja oligarquía bajo directivas de poderes externos a la nación. Sus disputas internas por el control del partido de alguna forma benefician al pueblo porque así el MAS desnuda su verdadera esencia, la presencia del narcotráfico y de sus capos en su seno.
La llamada “oposición” en realidad no existe, porque su representatividad de clase la ha perdido al haber sido sustituida por el MAS. No representa a ninguna clase social, por eso es híbrida y está limitada sólo a hacer bullanguería parlamentaria y sus líderes aparecen sólo para decir dos cominos con respecto a problemas que no repercuten directa e inmediatamente en el país.
De esta forma, el pueblo, al que burlescamente le llaman “el soberano”, queda huérfano de partido, sin voz, aunque sí con voto cada vez que tiene que ser utilizado como rebaño.
Este es el sistema “democrático” vigente en Bolivia, con un solo partido y con varios grupúsculos con personería para completar el sainete.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA