Eternas taras y mañas altoperuanas
¿Les parece raro lo que ocurrió en la Universidad Autónoma Tomás Frías de Potosí? Pues situaciones similares suceden hace décadas y es bien sabido por todos/as que así suele funcionar la “política” en las universidades públicas del país.
Como otras reformas revolucionarias que se han dado en Bolivia, la autonomía universitaria no pasa de una retórica vacía y un saludo a una gastada bandera de glorias pasadas, ya que la partidocracia de turno tiene como uno de sus principales blancos de cooptación a las universidades. Es por ello que en las universidades públicas bolivianas pululan roscas politiqueras que desde que tengo memoria pugnan por espacios de poder con las mañas y taras más sórdidas, las mismas mañas y taras que caracterizan a los históricamente corrompidos e ineficientes gobiernos bolivianos.
Uno de los precios más caros a pagar por la primacía de ese fenómeno es que la academia y/o la producción de conocimiento quedan relegadas. Salvando honrosas excepciones, las docencias, la investigación, la administración de las universidades, suelen manejarse al calor de roscas politiquero-partidarias y, por ejemplo, personas como yo, debemos esperar sentadas (o echadas) a que algún día se den convocatorias públicas, idóneas y transparentes a las docencias y otros puestos relacionados con la producción de conocimiento.
Al mismo tiempo, es turbador pensar que la deshonestidad, la politiquería y la violencia política se aprendan en las mismas universidades y que no falten estudiantes que le pongan apasionamiento a esas prácticas dañinas y no al estudio. Total, tal parece que en Bolivia el pertenecer a una rosca, el “charlarle” a alguien, la sumisión caudillista, el autoritarismo y el llunkerío en general pagan mucho mejor que el ejercicio de la ética y el conocimiento y pensamiento emancipados del poder.
Las consecuencias de aquello son nefastas, porque luego tenemos “profesionales” mediocres, maleados y acríticos que muchas veces saltan de dirigencias universitarias corrompidas a las docencias (completando el círculo vicioso) y/o a la gestión pública.
En este último caso me quiero centrar.
Abundan los/as que creen que construir gestión pública no es una ciencia y/o que no requiere de conocimiento científico y especializado, los que aseguran que la militancia politiquero-partidaria y un precario sentido común son suficientes para hacer gestión pública. Los resultados son evidentes y principalmente se traducen en proyectos de inversión pública pésimamente planificados y peor ejecutados y ello ocurre en todos los ámbitos territoriales autonómicos e infesta a ideologías políticas que se dicen opuestas, pero que en prácticas políticas tangibles son escalofriantemente similares.
De ahí sale el reguero de “elefantes blancos” que crecen como hongos en todo el país, tristes monumentos y ostentosos recordatorios de la ineficiencia histórica en la administración pública. De ahí salen los puentes que se caen al año de inaugurados, varios de los hoy inservibles mamotretos para los Juegos Odesur, los aeropuertos sin demanda, las carreteras que quieren destruir áreas protegidas, las empresas estatales fantasmas, los grises “polifuncionales” de cemento en cada cuadra, los distribuidores vehiculares en ciudades anegadas por la contaminación automotora, la maña de asfaltar para luego destruir el asfalto porque se olvidaron del alcantarillado, las obras “ocurrencias” de algún caudillo de turno y un largo etc.; tal vez no estaría demás escribir un grueso libro sobre la historia de las trastadas en la planificación pública en Bolivia y cómo los patrones se repiten. Como un botón actual de aquello tenemos la imposición desde el Gobierno Municipal de Cochabamba de un “puente para ciclistas” en la Villarroel y Ciclovía, sobre el cual los mismos ciclistas han advertido en todos los idiomas que no necesitan esta obra en esa zona y que tienen prioridades más urgentes que el Gobierno Municipal no quiere escuchar. Eso de realizar un proyecto de inversión pública a nombre de un sector sin el consenso con ese sector (que conoce perfectamente sus necesidades) es como para colocarles un cero redondo en la ciencia de la gestión pública.
El problema es que si las instancias en las que debe funcionar por esencia la meritocracia académica están sobrepasadas por la politiquería, no tendremos mayor esperanza con los gobiernos, ello mientras persistan las eternas taras y mañas que hoy confluyeron en la tragedia de Potosí.
En ese sentido, hay una enunciación un poco ambigua pero certera para describir la histórica administración pública boliviana y ello incluye a las universidades: “Altoperuanismo”, término al que se refería el historiador Charles W. Arnade para describir ciertos vicios en la concreción de la gestión pública que han marcado Bolivia desde su fundación y que hoy, en pleno siglo XXI, perduran, contradicen y obstaculizan el diseño institucional plurinacional, la descentralización autonómica y el sueño de consolidar una real democracia intercultural y pacífica.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA