Periodistas y periodistas
Su tipología es inmensa.
Los hay valientes, honestos, decididos, convencidos, consecuentes, sacudidos por la realidad... son aquellos que en regímenes autoritarios y mentirosos se han quedado sin pega, sin medio, sin micrófono, apenas se reinventan para seguir fieles a su conciencia y lo hacen desde medios chicos, desde las redes sociales, desde el YouTube... desde donde pueden.
Los hay aquellos que laburan por necesidad y que entonces se hacen serviles, sumisos, funcionales, autocensurados, expertos en animar sets de televisión, en poner música, en presentar farándula, en cocina; son esos periodistas reilones y pintudos que no joden porque pasan el día a día volcando la carita.
Los hay aquellos que aún gozan de espacios de privilegio y que están en un intermedio, más funcionales que verdaderos periodistas. Dicen que no les gusta opinar porque el periodismo se trata de informar. Entonces repiten, transmiten lo que sus entrevistados y fuentes dicen. Sea verdad o mentira, ellos repiten, se dedican a ese periodismo transmisionista tan cómodo, fácil, disimulado y conveniente que les permite quedarse décadas presentando lo que la realidad objetiva de sus fuentes les da.
Los hay aquellos que no han podido ni siquiera sostenerse en ningún medio ni plataforma sencillamente porque han terminado tan asqueados del oficio que la profesión no calza con su conciencia y han terminado renunciando a toda conveniencia total de tranquilizar su alma... son aquellos que sufren de día, pero duermen de noche.
Bolivia, creo yo, pasa por un momento de catástrofe moral y es cuando necesita de los primeros, de ese grupo que considera que para ser periodista se debe ser valiente y honesto con uno mismo: fiel a la verdad, fiel a la gente, fiel a la democracia y a la libertad.
En este Día del Periodista, hay poco que celebrar y a pocos a quienes felicitar. Para ellos, mis respetos.
Columnas de MÓNICA OLMOS