Torrico vuelve al poder
Ha sorprendido la noticia de la posesión del político masista Gustavo Torrico como viceministro de Coordinación Gubernamental, en reemplazo de Freddy Bovaryn, un ahora exfuncionario que tuvo cinco minutos de fama al publicar un artículo crítico contra el evismo y en el que defendía a capa y espada al vicepresidente David Choquehuanca, su valedor.
En primer lugar, cabe apuntar que Bobaryn era un seguidor de Choquehuanca, quien claramente ha salido derrotado con el reemplazo de uno de sus seguidores, mientras que Torrico es un masista de línea dura, es decir, un hombre del expresidente Evo Morales. Se ha impuesto, en consecuencia, el palo sobre la zanahoria… Lo más destacable de Bobaryn fue que criticó a los partidarios de Morales, que respaldaron en 2019 su reelección indefinida y hace poco, en el cumpleaños de Choquehuanca, en un tono que no toleran los masistas porque es similar al que usan los disidentes, a riesgo de ser perseguidos por la justicia controlada por el oficialismo, los cuestionó por “huir, asilarse o esconderse”; con ingenuidad, Bobaryn añadió que se ha “demostrado que el MAS-IPSP ¡NO es una persona!”. Su defenestración revela, por el contrario, que sí lo es.
Si algo define a Torrico es que se trata de un individuo violento. Lo demostró cuando ocupó las funciones de viceministro de Régimen Interior y se vio envuelto en denuncias de corrupción, como en el caso de los menonitas, pero su mayor “atributo” -si se puede llamar así a sus actuaciones cargadas de furia desbocada- es el de ser organizador de grupos de choque: es el padre material y espiritual de “Los Satucos”, que ora pintarrajean las ciudades con consignas evistas, ora la emprenden a patadas contra ciudadanos que apelan al derecho constitucional a una protesta pacífica. Comanda Torrico a un grupo presto a sofocar la disidencia y las ideas distintas a las populistas del masismo a palazos y con feroces palizas, como aquella vez que se lo vio patear en el suelo a una manifestante pacífica en la plaza del Bicentenario; invocó entonces la única ley que al parecer conoce, la ley del Talión, al expresar que “si a mí me golpeas, yo te golpeo”.
Pero el epítome de su ira descontrolada contra los que no son masistas se dio ante la posibilidad de verse alejado del poder, al que al parecer es adicto, en noviembre de 2019, cuando lanzó una amenaza de contenido criminal: “No sé cuántas madres están dispuestas a sacrificar a sus hijos, llevarse ese dolor tan criminal que es el sentir la muerte de tu hijo, que incluso no es lo mismo que la muerte de tus padres”. Huelgan comentarios al respecto.
Lo cierto es que el Gobierno, pese a los citados antecedentes de Torrico, ha tomado juramento a este masista, que es la encarnación de todos los males y vicios de la politiquería. Su posesión como autoridad es un insulto a la democracia y no hace otra cosa que confirmar la profunda crisis moral y ética en la cual se ha sumido el país en la administración del presidente Arce.