Democracia, salud y desarrollo
Lamentablemente, Bolivia desde hace décadas tiene los peores índices de salud del continente americano, con elevadas tasas de mortalidad materno infantil, poca esperanza de vida y, por supuesto, la presencia de varias infecciones como la tuberculosis, VIH, enfermedades respiratorias, gastrointestinales, cáncer, etc. A pesar de que muchas de estas pueden prevenirse.
Durante las campañas sean para las presidenciales, gobernaciones o alcaldías, siempre están las promesas “que la salud y la educación son prioritarios”. Mencionan también de crear empleos, restablecer la justicia, proteger el medio ambiente, construir hospitales, escuelas, avenidas, carreteras, tener seguridad ciudadana, etc. En estos elocuentes discursos, nunca faltan grupos de choque y simpatizantes para aplaudir, proclamar y lanzar vítores junto a una banda de música, bebidas alcohólicas y de yapa una fiestita gratuita. De esta manera, están asegurándose ya un puestito de trabajo para los próximos cinco años.
La democracia no sólo es el acto de ir a votar y que el ganador puede hacer lo que “le dé la gana”. Lamentablemente, muchos presidentes, senadores, diputados, gobernadores, alcaldes y autoridades públicas lo practican desde hace muchos años —con raras excepciones— y lo peor es que están convencidos de que lo están haciendo bien.
Vean la hoja de vida (currículum vitae) de cualquier “autoridad” empezando por presidentes, gobernadores, alcaldes, ministros, senadores, diputados, directores de cualquier servicio público, etc. En su mayoría, fueron dirigentes de algún sindicato, de la universidad —si es profesional o estudiantes con permanencia de hasta décadas en las aulas universitarias— y por supuesto militantes orgánicos del partido de turno. No tienen ningún artículo publicado en alguna revista de salud pública, participación u organización en algún evento científico, investigaciones sociales, de salud o ser voluntarios de alguna institución de carácter social.
Por las prebendas de la política criolla tenemos como “autoridades” a los más oportunistas politiqueros, que tienen poca o ninguna formación adecuada en la gestión de los servicios públicos de salud, ni la mínima noción de deontología profesional ni de ética (con raras excepciones). Por ello, hay corrupción, tráfico de influencias, personal de salud mal formado, maltrato a las personas que acuden a los servicios de salud pública, deficiente infraestructura y equipamiento, etc. El resultado final es que estamos entre los países de la región con los más bajos índices de desarrollo de la salud.
Muchas autoridades están convencidas de que, para que una población tenga una buena salud, basta construir hospitales o ciudadelas de la salud y poco o nada saben que la salud depende de muchos factores, como la educación que debería impartirse desde las escuelas sobre la prevención de las enfermedades, accidentes, toda forma de violencia y respeto a la naturaleza. Las autoridades deberían planificar para que las ciudades tengan más áreas verdes —la OMS recomienda que toda ciudad debe tener entre 9 a 15 metros cuadrados por habitante—, contar con ríos y lagunas limpias (el río Rocha está contaminado con bacterias, parásitos, substancias tóxicas, metales como el aluminio, cadmio, zinc, cobre, etc. y con esa agua riegan las verduras que consumimos), la polución auditiva proviene de motos, autos, petardos, fiestas, manifestaciones de todo tipo que estresan permanentemente a sus pobladores y por supuesto no falta la polución visual (propaganda publicitaria por doquier).
La ciudad de Cochabamba tiene la contaminación del aire más alta de todo el país y está entre las más polucionadas de la región (según la OMS, el parámetro de contaminación no debe superar los 20 mg/m3, el 2018 el aire de Cochabamba, registró 73 mg/m3, casi cuatro veces más de lo recomendado por la OMS).
Frente a este panorama de ausencia de medidas de prevención y de contar con un mejor medio ambiente, a las autoridades no les queda más que construir más hospitales y que es el clamor de gran parte de la población. Pero no sólo se debe dotar la infraestructura, se debe prever también el personal de salud bien formado en aspectos técnicos y de ética, respeto a los derechos humanos, equipamiento e insumos médicos de acuerdo con normas internacionales que la OMS recomienda. De otro modo, tendremos más elefantes blancos.
Mientras no haya designaciones de profesionales por concursos de méritos transparentes, con ética, con valores democráticos y de libertad de expresión, sean de presidentes, gobernadores, alcaldes, ministros, diputados, senadores, rectores, decanos y docentes universitarios o cualquier autoridad pública, seguiremos cultivando la mediocridad, la corrupción, la violencia y por supuesto continuaremos entre los países con los más altos índices de mortalidad y morbilidad de la región.
Si no hay este cambio fundamental, la población continuará observando cómo nuestras instituciones públicas se transforman en estructuras de corrupción de cualquier partido político.
Columnas de EDGAR VALDEZ CARRIZO