Los feos no existimos...
Confieso que dedico una parte de mi tiempo, demasiado quizás, al estudio de los delirios ideológicos y de las modas intelectuales. No sé si califica como hobby (o si es más bien un mal hábito), pero es nomás interesante observar a las diversas variedades de loquitos que pululan por el mundo y en nuestra pobre provincia, analizar su comportamiento, clasificarlos, etc. Es como la entomología, sólo que con sujetos más susceptibles y pintorescos.
Y en esa exploración del mundo de los loquitos, me encuentro con un concepto extraño: la belleza hegemónica.
Aparentemente, algunos loquitos opinan que la belleza de las personas se encuentra exclusivamente en los ojos del observador y que no existe nada que pueda entenderse como universalmente bello. En ese sentido, sugerir que existe un estándar de belleza sería una "imposición" e incluso una forma de "mandato" sobre nosotros, pobrecitos seres humanos eternamente oprimidos por el sistema.
En suma, los feos no existimos.
Cuando leí sobre estas ideas estrafalarias, me acerqué de inmediato a un espejo. Quería evidentemente verificar mi existencia... No sea que toda mi vida haya sido una mentira... Miren que descubrir que soy un fantasma a mi edad... sería terrible.
Pero bueno... Constaté que no puedo atravesar paredes ni flotar en el espacio. Entonces existo, hasta cierto punto al menos... o quizás luego me saldrán con que la existencia también es producto de nuestra imaginación (seguro que algún loquito que no pasó de Física de secundaria me hablará de la mecánica cuántica).
En todo caso, debo reconocer que se trata de elucubraciones ideológicas muy convenientes. Si no hay fealdad ni belleza, los feos podemos considerarnos hermosos en nuestros cuatro metros cuadrados de realidad. Como niños, podemos tomarnos por el centro del universo durante un momento.
Sin embargo, pienso que un mundo donde nada se considera bello también es bastante triste. Seguro que esto de anular la belleza, por "hegemónica", es un bálsamo para el amor propio de los feos, pero también crea un mundo liso y carente de mejores horizontes.
No sé. Sería terrible que después se les ocurriera que todos somos igual de inteligentes o que todos los libros son igual de buenos o que todas las civilizaciones son dignas de admiración y respeto en igual medida...
Disculpen si parezco exagerado. Quizás estoy todavía impresionado con esta idea de que no existo. Ya se me pasará.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ