¿Y si el problema fueran los mitos?
Max Mendoza, el dirigente universitario que las malas lenguas califican de fósil viviente, acaba de llegar a La Paz. Aparentemente para responder ante la justicia...
Pero bien sabemos que se trata de un espectáculo para calmar a la opinión pública. El señor ya no sirve al poder, así que el Gobierno y su antiguo partido lo utilizan como chivo expiatorio. Se trata de dar la impresión de que se hace algo para resolver la corrupción en el sistema universitario. Nunca faltan ingenuos que se lo creen.
Ojalá que los masistas, desde las más humildes escaleras hasta los dirigentes intermedios, saquen la conclusión más pertinente: sus amos no dudarán en meterlos presos y olvidar los servicios pasados si con eso conservan sus privilegios. No hay honor ni lealtad entre soldaditos del proceso.
Pero bueno... mi punto era otro.
Hoy pensaba que criaturas como Mendoza tienen tanto poder porque saben aprovecharse del mito de la universidad como espacio de "lucha política". Ya saben, toda esa tontería sobre universitarios heroicos que solitos vencieron dictaduras y "recuperaron" la democracia, siempre pensando en el "pueblo"...
En mi primera y breve experiencia en la universidad pública, hace ya unas dos décadas, tuve el desagrado de conocer a dinosaurios, tan corruptos y útiles al poder como Mendoza. Por cierto, la única razón por la que ya no están es porque se murieron o quizás porque dejaron el puesto a sus nietitos.
Ya entonces su argumento favorito era que luchaban por los estudiantes y por un mejor país. Por supuesto, era mentira. Eran meros parásitos... Aunque debo reconocer que se preocupaban por mantener las apariencias. Por lo menos jugaban a los revolucionarios. Mendoza, en cambio, tenía más bien la actitud de un jefe mafioso o de un burócrata.
Ese mito, el del estudiante revolucionario, es el que justifica la intervención de esos parásitos en la gestión de la universidad. También explica la tolerancia social con semejantes engendros.
Quizás sería hora de desechar el mito. Nunca fue cierto y lo poco de verdad que tenía terminó devaluado desde hace al menos medio siglo. Aunque la palabra más adecuada sería quizás "malbaratado", o incluso "prostituido".
Es como el mito de la COB como entidad de defensa de los trabajadores. ¿Alguien piensa de verdad que son otra cosa que un apéndice del poder, que una caterva de parafuncionarios públicos?
Mejor librémonos de esas tonterías. Sería hora de repensar el lugar de las organizaciones de estudiantes. Hay que quitarles toda influencia en el manejo de recurso públicos, por supuesto, y mejor sería que se dediquen a exigir una mejor educación para sus representados. Y nada más.
Si acaso los universitarios desean jugar a la política, que lo hagan en su tiempo libre y sin que el Estado les dé un peso. O mejor, que cambien el mundo con un título y un trabajo honesto. Ahí sí que estarían sirviendo a su país, pensando en el "pueblo", fortaleciendo la democracia, etc.
Menos lirismo y menos mitos. Mas honestidad y trabajo duro. No nos haría daño seguir ese camino.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ