Fraude e infamia
“Era allí tan brutal, tan agobiante el hedor que subía del abismo, que corrimos atrás…”. Esas palabras se encuentran al principio del Canto XI del Infierno de Dante. Sin embargo, para sentir el mismo hedor infernal, con el agravante de ser un hedor moral, basta con asomarse, ahora mismo, a la “justicia” y a la dirigencia masista, o sus grupos de choque (de naturaleza inconfundiblemente fascista), que acaban de romper esa vaga línea que aún separaba la represión en Bolivia de aquella, mucho peor, de las macabras tiranías caribeñas, verdaderos infiernos camuflados. Mala hora para el país, mala hora para todos.
Que la sentencia la habían decidido de antemano es algo que ya sabíamos todos. El mismo “juicio”, los propios “jueces” (¡que los acompañe la vergüenza de por vida!), también ya lo sabíamos, eran completamente truchos. En su camino hacia la infamia total, el MAS ya había procedido antes a la destrucción y corrupción de la justicia, al lento asesinato, por ejemplo, de Bakovic y Aramayo, cuyos únicos pecados habían sido denunciar la corrupción masista. Les costó la vida.
La furia de Evo Morales, a quien sin faltar a la verdad podemos seguir llamando el Fraudulento, llegó hasta la condena de la ex Presidenta Constitucional de una nación además convertida, por obra y gracia de este gobierno y las tonteras que recientemente vertió su “canciller” en un foro internacional, en un vergonzoso país de opereta: el que se alinea con las dictaduras criminales de la peor especie, la de Putin incluido.
La extrema infamia y crueldad con que encarcelaron a Áñez, pretendiendo mantenerla ahí por diez años más, no sólo le concierne a ella. Porque, a través de ella, los condenados somos todos. Condenados al fin de la democracia, condenados a vivir bajo el arbitrio de personajes que despiden tan insoportable hedor moral.
Condenados a vivir, mientras esté el MAS en el poder, en un sistema en el que la justicia ha sido clausurada y donde no habrá respeto por los derechos humanos.
Han condenado, además, a sus propios correligionarios a la condición de cómplices. Ya no militantes ni simples simpatizantes: ahora cómplices. Han hecho extensivo el hedor moral a todos los suyos.
¿Qué poderoso narcótico toman para convivir con tal condición? Consumen, en todo caso, la dosis suficiente como para apartar a un lado la realidad, los hechos y la verdad: su antídoto contra lo real viene administrado en forma de eslóganes y campañas masivas de propagandas y mentiras. A veces provocan carcajadas: Evo, el Fraudulento, haciéndose pasar por “líder de los humildes”.
La condena a la complicidad con la infamia que acaban de cometer alcanza, por supuesto, a los 500.000 masistas que colocaron en la función pública. Corrompiendo un país, han descubierto, se ganan seguidores. La distinción entre cómplice y seguidor, por supuesto, tiende a borrarse del todo. Y si alguien no es ninguno de los dos, es o “de la derecha” o un traidor: sólo son capaces de comprender lo muy simple. Razonar les es extraño.
En las líneas de Dante citadas arriba, los que observan ese círculo del Infierno por lo menos todavía pueden correr hacia atrás. Cuidado que, dado el caso, aquí ya no tengamos ni siquiera un atrás.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.