Justicia corrupta e ineficiente al ritmo de Sayán sostenido
“La Justicia de Bolivia adolece de un problema de impunidad frente al delito”. “La justicia dependiente del poder político, patrones que favorecen a la corrupción e ineficiencia”. “La corrupción referida es un problema serio. La desconfianza que existe en la justicia se acrecienta por la extorsión de jueces, fiscales y autoridades penitenciarias”.
“El 64,10% de las personas privadas de libertad estaban bajo detención preventiva”. Esta es una pequeña lista de las muchas observaciones que contiene el informe final del relator de la ONU, Diego García-Sayán, que fue presentado el pasado martes en Ginebra. Son 20 hojas, más de 125 puntos de profundo análisis y una lista de recomendaciones que, estoy seguro, caerán en un saco roto de color azul electrizante sin que pase absolutamente nada en el país y mucho menos en este Gobierno distópico.
Sin embargo, no es música para los oídos de Arce Catacora, Iván Lima, círculos de poder masista y, fundamentalmente, para el “presidente segundo”, Evo Morales Ayma. Porque sencillamente desbarata por completo todo el juicio express que se llevó adelante en contra de Jeanine Áñez y su posterior condena trucha a diez años de cárcel. Al ritmo de Sayán sostenido, bailan las corruptelas, injerencias, sometimientos, injusticias y componendas.
La buena, el malo, el feo y el cobarde: Jeanine Áñez, García-Sayán, Choquehuanca y Evo Morales, respectivamente. De los creadores de: “No hubo fraude, fue golpe” y de “Luis Almagro fue parte del golpe”, ahora se suma otro “enemigo principal” que seguramente en los próximos días será ingresado al club de los conspiradores diabólicos. Almagro y García-Sayán: entre ángeles y demonios. El informe final del relator refrenda una justicia boliviana inoperante y sometida al poder político del masismo que desde hace 14 años no ha sido ni será erradicada. Es la dictadura perfecta, diría el escritor peruano Mario Vargas Llosa.
En medio de una gran campaña preelectoral por el retorno al trono del huido, la fragmentación social en Bolivia se va acentuando cada vez más. Hay una constante amenaza e intimidación de parte del mandamás y sus sectores sociales a la poca institucionalidad democrática que le queda a Bolivia. Advierten, amenazan, declaran, conminan, juzgan y ordenan. El patrón, inclemente y chúcaro, otea Bolivia desde el trópico cocalero cual si fuera su finca en peligro de ser invadida. La condena a diez años de cárcel a Jeanine Áñez tiene la venda azul de una Temis dislocada y ultrajada. La balanza adulterada y la espada clavada en el centro de la misoginia.
Era señal inequívoca de una vendetta jurada y sacramentada. Con la sentencia a Áñez, Evo demostraría al mundo el eslogan mentiroso y siniestro de “No hubo fraude, fue golpe de Estado”. Pero también, según su razonamiento peregrino, lo relanzaría de nueva cuenta hacia un nuevo escenario político. Se presentaría como un flamante Evo Morales purificado, redimido de toda culpa y libre de estigmas fraudulentos, pavoneándose en mítines, asambleas y declaraciones mediáticas. ¡Sayán le tocó la saya del fraude judicial! La trayectoria histórica de Bolivia se ha encargado de recordarnos a diario que este es un país irresuelto en su estructura social, política y cultural.
Hay, en su esencia, todavía abigarrada, un constante tic tac de una bomba de tiempo que siempre explota en las manos de los bolivianos. En Bolivia, la democracia, como forma de convivencia elemental, más o menos armónica entre sus ciudadanos, no se la entiende ni se la asimila. Hay una ignorancia bestial en el modo de entender que las libertades de uno terminan cuando comienzan las del otro. En Bolivia, la democracia es un túnel oscuro de oportunidades para pillos que sojuzgan, roban, corrompen, denigran, agreden y complotan.
A la democracia se la ha travestido, se la ha manoseado, se la ha convertido en la prostituta de los gobernantes y de su séquito. En Bolivia, decía Víctor Paz Estenssoro, pasa todo, pero no pasa nada. Los 14 años de caciquismo evista han servido para reivindicar los conceptos de marras. El daño que le hizo y le hace el huido a la institucionalidad democrática y a los valores morales de muchos ciudadanos se ve reflejado en este tiempo tan propicio para complotar, desestabilizar y jurar lealtad al que les enseñó a obedecer sin chistar, al que da (ba) mucho si acata (ba) sus órdenes y le quita (ba) todo si no cumple (ía) sus disposiciones.
Para el MAS, esta es la tormenta perfecta para seguir destruyendo lo que jamás construyó al pie de la transparencia y la legalidad. La intención es clara y canalla: desestabilizar y desgastar no a una presidencia, sino a un país que no para cabeza ni vislumbra un futuro claro. Cualquiera que fuere el gobierno de turno, el MAS lo desestabilizará, lo diezmará, porque sencillamente la idea fundamental es que el fugado recupere su trono y los que lo veneran, y todavía hacen el trabajo sucio, sigan engordando su mediocridad y sus bolsillos sin fondo. Esta coyuntura tiene obligaciones y responsabilidades claras, democráticas e ineludibles.
Mientras no se logre cercenar los tentáculos del evomasismo, será imposible reconstruir un país futuro y hablar de una justicia transparente e independiente. El Estado continuará tomado por un enfermo de poder que hará lo imposible por volver a su trono, Arce Catacora seguirá bajo las órdenes del jefazo, la amenaza y la supervisión constantes de las fuerzas de choque del trópico. La reforma judicial seguirá siendo un mito. El MAS está fragmentado. Siendo un tris optimista, espero que el antídoto para el mal surja del propio veneno. En Bolivia pasa de todo y no pasa nada; pero lo que no puede pasar nunca más es que Evo Morales Ayma retorne al gobierno.
Columnas de RUDDY ORELLANA V.