Un millón de rosas de Pugacheva
Por la década del noventa, el escritor Jorge Alejandro Ovando Sanz publicó el libro intitulado Un millón de rosas (1990), que es un diario donde el autor registra su movediza vida entre 1980-1985. Dichas notas inician manifestando que recibió una mala noticia: “Me resisto a creer que estoy enfermo con cáncer, con el cáncer más ridículo del mundo. Cáncer de colon”. Con un aire pesimista llega a decir: “Dadas las circunstancias, es posible que este Diario que empiezo, se termine de pronto con mi vida, se termine de pronto con mi vida…”. Pero en los hechos, Ovando vivió hasta el año 2000, dejando su huella en el campo de la economía, la historia y la política, siendo uno de los dirigentes y fundadores del Partido Comunista de Bolivia (PCB).
El diario de Jorge Ovando es un recuento de sus viajes intermitentes por la ciudad de La Paz, Lima, Moscú, Gagra, Sobota y los encuentros que tuvo con Igor Rybalkyn, Sergó Micoyán, entre otros, que son personajes anodinos en la actualidad. Un pasaje que narra Ovando fue su lectura de la Constitución de la Unión Soviética: “Si durante mi estancia en Praga el año que se proclamó la Constitución cada uno de sus artículos me parecían verdaderos poemas, en la voz de Natalie sonaban más profundos, más dulces, mas armoniosos, en su propia salsa”. Bajo la luminaria socialista, Ovando se lamentó que los bolivianos no celebren el 35 aniversario del Partido Comunista de Bolivia, por falta de conciencia por el desarrollo histórico y social. Lo curioso del hecho es que Jorge Ovando —y los muchos partidarios de la izquierda— no se imaginaron que en pocos años se derrumbaría la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Siguiendo la lectura del diario de Ovando, es recurrente encontrar el término “un millón de rosas”, que es el título de su obra. La referencia que se tiene se encuentra inmersa en una canción que escuchó en Radio Moscú: “Me cuidé mucho de no confesar mis íntimos secretos y no mencioné, ni por asomo, que un millón de rosas era mi medicina musical, que solamente podía ingerirla, por casualidad, en algunas felices ocasiones”. La popular canción que menciona Ovando fue interpretada por Alla Pugacheva, que se basa en la historia real del artista Niko Pirosmani y la actriz Margarita de Sevres.
El trasfondo histórico de la canción cuenta que el artista vio un anuncio donde se presentaba en Tiflis (capital de Georgia) la artista Margarita de Sevres. Fue a raíz de ese encuentro “casual” que el pintor quedó impresionado por la belleza de Margarita. Esto lo llevó a buscar a la bella mujer y concertar un encuentro, pero estas muestras de admiración y adoración sólo llegaron a irritar a la artista. Ante este rechazo, Pirosmani llevó varias canastas de flores al hotel donde se hospedaba Margarita. Al asomarse a su ventana, la artista vio un paisaje colmado de rosas, causándole una conmoción existencial: la actriz besó al artista en los labios. Y esta única señal de atención fue grabada en el corazón del pintor.
Por esa razón, el texto de la canción dice: “Érase una vez un pintor, / Que tenía lienzos de colores. / Pero él amaba a una artista, / Quien adoraba las flores. / El decidió vender su techo, / Todos sus cuadros y sus lienzos; / Y con el dinero él compró / Un océano de flores (…). Un millón, un millón, un millón de rosas rojas / por la ventana, la ventana, la ventana, tú descubres; / Quién te ama, quién te ama, quién te ama de verdad, / Cambiará, para ti, su vida en flores…”. La adversidad de la historia infiere que incluso el amor no correspondido es suficiente para que uno tenga un poco de felicidad. La interpretación de Pugacheva conmovió al escritor Ovando, que fue en búsqueda del disco, pero le anoticiaron que se agotó el día de su aparición: “Pasamos por varias tiendas. Las vendedoras recordaban Un millón de rosas como algo muy lejano que ya no existía”, recuerda Ovando.
Los pasajes del libro Un millón de rosas son estampas de otros tiempos y contextos, que en la actualidad representan un mero recuerdo de lo que alguna vez representó la Unión Soviética en el campo político, social, cultural y musical. Por eso, Ovando finaliza su diario sentenciando: “Hasta ahora pienso con tristeza, Alla Pugacheva dormida en un rincón de mi biblioteca, con un millón de rosas perdidas entre un millón de viejos papeles”.
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