La posverdad del “golpe”
En el campo de la comunicación política, se ha debatido a fondo sobre la posverdad y lo útil que es a los propósitos de quienes circunstancialmente detentan el poder. La posverdad es la vieja mentira, pero que tiene un propósito político específico, que es engañar al electorado cuando se intenta implantar ciertas interpretaciones y opiniones sobre lo que ha sucedido en la realidad, en los hechos.
Hay posverdad si se suplanta lo que realmente ocurrió por la versión, interpretación o parecer del que ejerce una posición de poder. Es, en términos generales, una distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales, según la Real Academia de la Lengua. Evoca la posverdad el célebre doblepensar orwelliano, en que es posible admitir como verdaderas dos versiones contradictorias sobre un hecho, con el fin de manipular a una sociedad, como en la novela distópica 1984.
Todo esto viene a cuento a propósito de lo que estamos presenciando estos días en el campo político, con la condena de la ex presidenta Jeanine Áñez. Esa sentencia nos ha introducido de lleno en la posverdad, en la que el oficialismo sostiene que en los hechos de noviembre de 2019 no hubo una sucesión constitucional sino un “golpe de Estado”, que busca posicionarse a toda costa luego de que fuera pergeñado por el expresidente y jefe masista Evo Morales y sus asesores, para reemplazar lo que realmente sucedió en noviembre de 2019.
Según la interpretación masista, Morales renunció y huyó del país porque le dieron un “golpe de Estado” y para corroborar esa posverdad -si esto fuera posible- se ha llevado a un proceso inconstitucional e ilegal a la expresidenta Áñez con el fin de condenarla a 10 años de cárcel. También se han anunciado juicios contra los opositores y líderes cívicos comprometidos en el “golpe de Estado”. El caso de Áñez serviría, en esa estructura de posverdad, para afianzar el inexistente “golpe de Estado” y que se quiere imponer contra la realidad.
Sin embargo, recordemos que Morales fugó a México después de haberse descubierto una manipulación dolosa o fraude en el Tribunal Supremo Electoral, según los informes de la OEA y de la UE, debido a lo cual este político intentó crear un vacío de poder cuya finalidad, que era restituirlo en la Casa Grande del Pueblo, fue frustrada por la oportuna sucesión constitucional de Áñez; fracasado ese objetivo, Morales y los masistas tratan de posicionar la posverdad del “golpe de Estado” en un intento de presentarse como víctimas de los “golpistas”.
Pero la posverdad de Morales sobre el “golpe de Estado” se resquebraja a medida que transcurren las horas. La prueba de ello es que crece el rechazo a la condena de Áñez en un proceso ordinario, porque debía ser llevada a un juicio de responsabilidades, como lo han corroborado el relator de la ONU, Diego García-Sayán, y las expresiones de organismos internacionales sobre las vulneraciones al debido proceso en su enjuiciamiento. Es que la posverdad del “golpe de Estado” tiene patas cortas.