El sórdido caso Porongo
A medida que transcurren las horas, se conocen nuevos detalles sobre el denominado caso Porongo, en el que en circunstancias aún bajo investigación fueron asesinados dos policías y un voluntario del Grupo de Apoyo Civil a la Policía Boliviana (Gacip). La noticia llegó a los medios como un suceso policial, de crónica roja, pero gradualmente ha crecido hasta convertirse en el centro de disputas políticas, que causan más y más repudio.
El principal imputado es Misael Nallar Viveros, por los delitos de asesinato y legitimación de ganancias ilícitas, y hoy guarda detención preventiva en el penal de Chonchocoro, en La Paz; Nallar, quien es el supuesto cabecilla del grupo que liquidó a quemarropa a los dos policías y al voluntario del Gacip, resultó ser yerno de un conocido narcotraficante entregado a Brasil en mayo de 2021, Einar Lima Lobo. Los reportes preliminares señalan que Nallar y tres colombianos a su servicio ejecutaron a las tres víctimas, que se presume estaban de rodillas en el momento en que les dispararon por la espalda. A raíz de estos lamentables hechos, ha quedado al descubierto que Nallar es un potentado propietario de lujosos inmuebles y haciendas, en una de las cuales incluso tenía tres pumas y aves, entre otros animales silvestres, al más puro estilo de la hacienda “Nápoles” del narco colombiano Pablo Escobar.
Pero lo más lamentable de este caso es que de acuerdo con las investigaciones preliminares Nallar supuestamente se habría contactado con dos oficiales de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico, a quienes habría pedido ayuda para “solucionar” el problema de los policías asesinados a sangre fría, como si la hubiera.
En medio de las circunstancias poco claras y llenas de contradicciones del hecho delictivo, se ha desatado una lucha intestina en el poder, entre el Gobierno y el Comandante de la Policía, por un lado, y el ala dura del MAS, por el otro; no se puede saber en qué acabará esta disputa, en la cual se usa el caso Porongo para causar el mayor daño político posible al contrincante.
Es lamentable, pero también increíble, observar todos los días el triste espectáculo de este caso con presuntas implicaciones con el narcotráfico. Por supuesto, pone en evidencia, una vez más, un hecho incontrovertible: el narcotráfico ha corroído a la sociedad boliviana y, cuando esto sucede, es muy difícil erradicarlo, por lo cual el caso del asesinato de los policías podría ser el inicio de una escalada de violencia de imprevisibles consecuencias; la ejecución se asemeja a aquellas, también terroríficas, que tienen lugar en la frontera entre México y Estados Unidos, territorio de poderosos cárteles de la droga, o en Colombia o bien en países donde rigen Estados fallidos o narcoestados, en los cuales impera la ley del más fuerte.
Pero sobre todo es vergonzoso que se sospeche de vinculaciones de narcotraficantes con efectivos antidroga, que son los llamados a combatir a esos narcos y al propio tráfico ilícito de estupefacientes. El caso Porongo es tan sórdido que en sus investigaciones preliminares deja al descubierto el grado de penetración del narcotráfico en el Estado y la Policía antidroga.