Medias verdades
Las medias verdades están presentes en la historia de la humanidad y en muchos casos son asumidas como verdades absolutas e indiscutibles; es más, se convierten en verdaderos dogmas, a despecho de quienes las utilizan y que se creen antidogmáticos por naturaleza. Así ocurre, por ejemplo, con la afirmación, casi generalizada, de que la Edad Media fue una época de oscurantismo, que se repite incesantemente sin tomar en cuenta el contexto histórico y dejando de lado opiniones divergentes como, por ejemplo, la de Gustav Cohen que escribió un libro titulado La gran claridad de la Edad Media.
Otra de esas medias verdades está relacionada con la afirmación, también generalizada y de carácter invariable en boca de escribidores masistas, de que la Iglesia católica y sus principales autoridades están vinculadas a la historia de América desde la conquista hasta nuestros días, a lo largo de la cual se vincularon a la política y al poder.
Quienes así opinan dan muestra de una evidente ignorancia con respecto a esta temática y confirman que lo único que les interesa es utilizar medias verdades para atacar a una institución que no se cansa de sacar a luz la verdad de los hechos, lo que naturalmente causa incomodidad en quienes transitoriamente están encaramados en el poder, abusando de él.
Tomaría mucho tiempo dar cuenta de la labor que la Iglesia y sus autoridades han desarrollado en diversas ocasiones en defensa de los indios en América Latina y, después, en defensa de los sectores oprimidos y explotados que viven en distintos países de la misma; ello no obsta, sin embargo, para que intentemos recordar el aporte de los llamados “teólogos juristas españoles” y de los “novohispanos” en la época de la conquista.
Durante los siglos XV y XVI surgió en España lo que se ha denominado “Segunda Escolástica”, formulada por teólogos juristas de la universidad de Salamanca. Fueron sacerdotes dominicos, jesuitas y franciscanos que, antes los abusos que cometían los españoles en América, hicieron conocer su voz de protesta y dieron inicio, tal cual sostienen los abogados mexicanos Jesús Antoni de la Torre Rangel y Alejandro Rosillo, entre otros, a la “tradición iberoamericana de Derechos Humanos”, anterior a la “primera generación” de los mismos, que se atribuye a la Ilustración y la Revolución Francesa y que tiene estrecha relación con los derechos individuales, civiles y políticos, que gozan de reconocimiento mundial el día de hoy, aunque son persistentemente violados por regímenes autoritarios que forman parte del “socialismo” del siglo XXI y por otros como los de Rusia, China, Corea del Norte y varios más.
Francisco de Vitoria y sus planteamientos acerca de la “guerra justa” y Francisco Suárez y sus formulaciones acerca de la mutabilidad del Derecho Natural son dos buenos ejemplos de lo que afirmamos. Harían bien los ignorantes opinadores en leer el interesante trabajo de Gonzalo Rojas Ortuste sobre Vitoria, publicado en “Autodeterminación” Nº 14 hace ya varios años, o los trabajos de De la Torre y Rosillo sobre Suárez.
Pero no es sólo eso, sino que, además, obispos y sacerdotes españoles que vivieron en América Latina en épocas de la conquista, asumieron frontalmente la defensa de los indios. Ahí está la práctica del conocidísimo Bartolomé de las Casas (obispo de Chiapas), sobre la que podríamos extendernos mucho. Pero no fue el único que asumió la defensa de los indios. Están también Vasco de Quiroga, Antón de Montesinos y Alonso de la Veracruz, sobre cuya práctica en defensa de los derechos humanos hay abundante e interesante bibliografía.
Volveremos sobre el tema.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR