Bolivia, ¿potencia manufacturera e importadora de petróleo?
En el primer cuatrimestre de 2022, se han revelado dos hechos en el sector externo y cuyos impactos globales en la economía boliviana podrían ser muy significativos. Primero, hablamos de que por primera vez, en 30 años, se ha producido un déficit en la balanza comercial energética. Es decir que Bolivia, en abril de este año del Señor, gastó más en importaciones de diésel y gasolina que los ingresos que vinieron de la exportación del gas natural. ¿Se hace realidad la pesadilla de convertirnos en un país importador de petróleo e inclusive de gas?
El otro hecho significativo es que las exportaciones manufacturas alcanzaron un récord, en el primer cuatrimestre de 2022. ¿Se cumple el sueño de la industrialización, donde Bolivia exporta más bienes manufacturados que productos primarios?
Vamos por partes, como recomienda el descuartizador. En 2014, las exportaciones de gas natural llegaron a 6.595 millones de dólares. Las importaciones de derivados de petróleo, en ese mismo año, eran de 1.000 millones de dólares; el superávit llegó a friolera de 5.595 millones de dólares. En 2021, las exportaciones de gas bajaron a 2.269 millones de dólares y las compras de diésel y gasolina alcanzaron a 2.250 millones de dólares; el superávit fue tan sólo de 19 millones de dólares. La cosa ya estaba complicada. En el primer cuatrimestre de 2022, el déficit de comercio energético fue de 74 millones de dólares. Las importaciones de combustibles fueron de 985 millones de dólares y las exportaciones de 911 millones de dólares.
En 2014, la renta total del sector (Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH, regalías y otros) llegó 5.777,2 millones de dólares o el 47% del total de ingresos del Estado. En 2019, estos tributos llegaron a 2.347 millones de dólares o el 21% del total de recaudaciones del Estado. La gallina de los huevos de oro entraba en decadencia.
Es probable que en los próximos meses esta tendencia se revierta parcialmente. Pero debido a la falta de producción de gas natural estamos frente a un declive estructural. En 2015, Bolivia producía 60,3 millones de metros cúbicos por día (MMCD); hasta fines de 2022 se estima que la producción de gas natural no será superior a 42 MMCD. La escasez del energético se debe sobre todo a la falta de exploración. En 2002, se exploraron 28 pozos. Entre el 2006 y 2017, se perforaron, en promedio, solamente 5,5 por año. En suma, de no revertirse esta tendencia con una nueva política energética, el gas se está haciendo gas y Bolivia va camino a convertirse en un importador de energía.
En 2021, los minerales han superado, en exportaciones, al gas natural. Alcanzaron a 2.650 millones de dólares. Sin embargo, en 2022 se produjo una exportación récord de manufacturas de 2.145 millones de dólares, lo que llevó al Gobierno a insinuar que esto sería resultado de su política de substitución de importaciones, los primeros pasos de un proceso de industrialización. No tan rápido. Es un exceso conceptual llamar a la torta de soya (544,5 millones de dólares), el oro metálico (821,4 millones de dólares) y el estaño metálico (264,9 millones de dólares) como manufacturas. Más cercano a la realidad es hablar de productos no tradicionales. Se trata de bienes primarios y alimentos con mínimo valor agregado. Los tres productos representaban el 76% del total. Además, estos resultados reflejan un fuerte efecto precio pero también, aunque en segunda escala, un efecto volumen. Debido a la invasión rusa a Ucrania, los precios de los alimentos y los minerales están en los cielos.¿Esto ayudará, en el corto plazo, a la economía boliviana? Sin duda alguna. ¿Esto es producto de la industrialización? Definitivamente no.
Sin embargo, la pregunta central de la coyuntura es saber si la mejora de las exportaciones de minerales, granos, metálicos, madera y otros productos no tradicionales será suficiente para compensar la caída de las ventas al exterior del gas natural en el mediano y largo plazo. Puede ser que en este año extraordinario se produzca una compensación en los ingresos de exportaciones, pero la caída en los ingresos tributarios del Estado parece más difícil de sustituir. La economía boliviana registra un déficit fiscal (gastos mayores que ingresos) hace más de nueve años que no es sostenible.
Ni el sector de granos y menos el de minería tienen una estructura tributaria que compense el IDH, las regalías y todo lo que se conoce como el government take. Como dijimos más arriba, los ingresos totales provenientes del sector hidrocarburífero llegaron a significar el 50% de los tributos globales.
¿Se animará el Gobierno a aumentar impuestos a los nuevos sectores en pujanza? ¿Puede el sector minero pagar más tributos? ¿Resiste la agroindustria una situación en la cual no exista subsidio al diésel?
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.