Todos se van a Santa Cruz
En Sucre se fundó la República de Bolivia el 6 de agosto de 1825 constituyéndose en la capital, sede de los tres poderes del Estado. Luego sobrevino la llamada “Guerra Federal” (1898-1899), que de federal no tuvo nada, organizada por un grupo de políticos paceños en contra, supuestamente, de la aprobación de la Ley de Radicatoria de 1898 que determinaba definitivamente a Sucre como la sede del Poder Ejecutivo.
Pero la causa verdadera para dicha guerra civil, que devino en la traslación de la sede de gobierno a La Paz, fue fundamentalmente económica.
La plata que era uno de los minerales más requeridos en el mundo beneficiaba a la clase gobernante de Sucre, puesto que las minas de ese metal precioso se encontraban en el departamento de Potosí, próximo a la capital, pero luego este mineral declinó y fue sustituido en el mercado internacional por el estaño, que se explotaba en Oruro, departamento vecino a La Paz, además próximo a los puertos del Pacífico.
Esta nueva realidad económica fue la causa fundamental para la traslación del poder político de Sucre a La Paz.
Hoy la explotación del estaño no es el elemento determinante para la economía de Bolivia y se está produciendo una nueva traslación de la actividad económica que fundamentalmente tiende hacia la producción agroindustrial y ganadera exportadoras, industrial, comercio y otros, actividades sustitutivas centradas en Santa Cruz que empieza a concentrar una descomunal migración humana desde centros rurales y urbanos de todo el país.
Al paso que va la migración hacia Santa Cruz cabe esperar que el resto de los departamentos considerados “periféricos” disminuyan de población, incluso que los departamentos del “eje central” (Santa Cruz, La Paz, Cochabamba) vayan disminuyendo su ritmo económico siendo absorbidos por la fuerza centrípeta de Santa Cruz, siguiendo la tesis del “colonialismo interno” de Pablo Casanova.
Sin embargo, hoy Santa Cruz es aún un “gigante económico, pero un enano político” porque su nueva personalidad estructural, producto de la presencia e interconexión de gente de variados departamentos y aún países, está en vías de construcción, surgiendo múltiples interrogantes para el futuro mediato e inmediato: Santa Cruz, siendo la “locomotora económica” del país, ¿podrá quedar como fuerza económica dependiendo del centralismo político de La Paz?; constituyendo la primera fuerza económica con la mayor población de Bolivia, ¿se constituirá también en poder político? ¿Santa Cruz será un “polo de desarrollo dentro de un “colonialismo interno” o más bien será un departamento colonizado por los migrantes?
La Paz, manteniéndose como sede del gobierno en condiciones de desestructuración económica y aún poblacional y convertida sólo en una posta hacia el puerto en el Pacífico, ¿podrá ejercer su dominio centralista de política absorbente? ¿Podrá La Paz constituir el centro político aislado y Santa Cruz el centro económico sin fuerza política? ¿Podrá producirse una nueva traslación del poder por causas económicas como la ocurrida entre Sucre y La Paz?
Es decir, sin necesidad de beligerancia, sino por fuerza económica y poblacional, ¿podrá mutar la sede del gobierno de un departamento a otro? Porque la opción de adoptar el sistema federal no pasa de ser un deseo, ya que dicho sistema dentro de un Estado subdesarrollado es inviable y sólo es posible en los países capitalistas avanzados. Los países llamados federales del tercer mundo son apenas un poco más que mero simbolismo: compárese por ejemplo en Argentina el desarrollo de Salta o Tucumán con el de Buenos Aires y ahí se tendrá la respuesta.
Pero variando la tal teoría del colonialismo interno, ¿será posible que desde el centralismo político se proceda a acarrear políticamente gente de occidente al oriente dando lugar al crecimiento de nuevas oligarquías que entierren a las antiguas, manteniendo a Santa Cruz como fuerza económica “de servicio” dirigida políticamente desde el antiguo centralismo andino?
Para responder a estas preguntas elementales, porque son muchas más las que deben formularse, es imprescindible la realización de un censo serio, ceñido estrictamente a la realidad, sin trampas y que nos conduzca de una vez por todas a saber quiénes somos y cuántos somos; de lo contrario, el peligro de la caracterización de Estado fallido o inviable siempre andará rondando a Bolivia.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA