Carlos Brú y el sicario
Sicario es una palabra que causa un impacto emocional profundo y fuerte, por la connotación de mortalidad que conlleva. Un sicario es una persona que mata a alguien por encargo de otro, por lo que recibe un pago, generalmente en dinero u otros bienes.
Este término es de uso exclusivo, propio y característico del inframundo del narcotráfico y las mafias. Y sólo lo usan los narcotraficantes y mafiosos, porque ellos tienen un sistema propio y exclusivo de hacer justicia a su modo. Cuando alguien falta a un compromiso o es incómodo, estorbo o perjudica a los intereses del jefe de la mafia, la manera de apartarlo del camino es contratar a un sicario y eliminarlo físicamente de manera violenta, imprevista y rápida. Debe ser lo más frío posible, porque se envían mensajes mafiosos abiertos y directos con ese acto de maldad y crueldad.
Y sobre sicarios en Yacuiba el lunes 29 de octubre de 2012 cuatro sicarios ingresaron por la fuerza, intempestivamente, a Radio Popular de Yacuiba, mientras su director, Fernando Vidal, se encontraba hablando en su estudio y lo quemaron vivo, por encargo de políticos corruptos, que se sentían muy incómodos, damnificados y preocupados por las constantes denuncias que hacía Vidal sobre hechos evidentes de corrupción en el Gobierno Municipal y en el Gobierno Regional, respectivamente. Paradójicamente, después de casi 10 años, no se conoce la identidad de los verdaderos autores intelectuales, que se sospecha que son connotados políticos, pero que la justicia ha protegido todo este tiempo.
El alcalde de Yacuiba Carlos Brú, del MAS, el lunes 12 de septiembre, abrumado por la condena nacional e internacional por sus actos de persecución, hostigamiento y amedrentamiento a la prensa de Yacuiba, en una conferencia de prensa, en la que anuncia el retiro de los actos preparatorios para el proceso penal en contra de un humilde periodista de una radio local, por denunciar el mal estado del desayuno escolar, me acusó de “sicario político” y de ser el responsable de la condena social que ha recibido en los medios de comunicación.
Entre los políticos, Carlos Brú es el “único” político que apela a este ominoso término, que es de uso exclusivo de los narcotraficantes y de las otras mafias. No es la primera vez que lo hace: han sido varios episodios en los que recurrió a esta siniestra palabra. Ni el más bravucón y lenguaraz político que tuvimos se ha animado a llegar a este extremo muy peligroso y oscuro.
¿Por qué es muy preocupante, inquietante y grave la acusación difamatoria e infamatoria de Carlos Brú? Porque no se puede/debe permitir traer al espacio de la política una palabra abominable como sicario, que sólo para los narcotraficantes y mafiosos es natural, normal y familiar. Ningún otro sector de la sociedad posee el uso en su jerigonza de esta palabra. Se puede interpretar como una amenaza velada, tomando en cuenta como antecedente el caso grave de la quema de un periodista indómito ante el poder.
Además, porque en cualquier sociedad moderna la función muy importante de relacionamiento que tiene la palabra está fuera de duda. La palabra es el vehículo a través del cual nos comunicamos y definimos la intensidad de las relaciones entre los humanos: por eso su importancia vital y capital.
La palabra tiene poder en sí misma, tiene magia, tiene energía, porque moviliza y desmoviliza, neutraliza a las personas, emociona, estimula, acciona, evoca, etc., para bien o para mal. Precisamente son los políticos los que deben tener sumo cuidado y prudencia al usar las palabras, porque al estar en posiciones de poder las mismas tienen consecuencias y repercusiones inherentes e inmediatas.
La Biblia dice que la palabra “es viva y eficaz, y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos”.
Gracias a Dios que el caso del periodista Roberto Puma Vega fue sólo una orden judicial para que revele su fuente y no la quema de su humanidad.
Columnas de ESTEBAN FARFÁN ROMERO