La nueva clase en el “socialismo del siglo XXI”
La nueva clase es un libro escrito por Milovan Djilas, en su momento un connotado miembro del Partido Comunista de la ex Yugoeslavia y considerado por muchos el sucesor de Tito. Sin embargo, apegado a la realidad y alejado de los dogmas, comenzó a criticar la manera en que se implementaba el socialismo en la ex Unión Soviética, la ex Yugoeslavia y otros países del “Bloque socialista”, lo que le valió su destitución de los cargos que ejercía y su encarcelamiento, que fue aumentado a raíz de la publicación precisamente de La nueva clase y de Conversaciones con Stalin.
Djilas comprobó que en los países en los que se había instaurado el socialismo se daba una prolongación de la explotación del hombre por el hombre, ejecutada con mayor saña y refinamiento que en anteriores regímenes, a cargo de lo que denominó una nueva clase, la de la burocracia comunista.
La nueva clase se estructuró sobre la base del proletariado y otros explotados, se asentó en la propiedad estatal de los medios de producción. Sus miembros se enriquecían sin mayor problema, mientras el proletariado al que representaban la pasaba bastante mal.
Pero no se trató solamente de la apropiación de bienes de todo tipo por parte de los burócratas comunistas, sino de la estructuración de un Estado de partido, en el cual sólo existía el partido comunista, cuyos militantes eran “educados” (en realidad adoctrinados) evitando que se conviertan en librepensantes y enemigos de la “revolución”.
Dice Djilas: “Marx nunca creó realmente un partido. Lenin destruyó todos los partidos con excepción del suyo, incluyendo el partido socialista. Stalin relegó a la segunda fila inclusive al Partido Bolchevique, transformando su núcleo en el núcleo de una clase nueva y al partido en un grupo privilegiado e incoloro”.
Esto que Djilas dijo en 1957, cuando publicó su libro, sucede actualmente en los países del llamado “socialismo del siglo XXI”. En Cuba, por ejemplo, los privilegiados pertenecen a la familia Castro y a su entorno, no hay oposición posible y cualquier disidencia es duramente castigada. Los cubanos pasan las de Caín en el tema económico y claman por libertad.
En Nicaragua, los esposos Ortega-Murillo hacen de las suyas, reprimen protestas y encarcelan a opositores, incluso antiguos sandinistas. Profanaron, el día de su entierro, el cadáver de Ernesto Cardenal y persiguen a sacerdotes, obispos y laicos como si se tratara del diablo en persona; acaban de prohibir la fiesta de San Jerónimo. El pueblo nicaragüense enfrenta duras condiciones de vida.
En Venezuela, primero Chávez y ahora la dupla Maduro-Cabello, también hacen de las suyas. Bajo el espejismo de una economía en recuperación, los venezolanos siguen pasando penurias; se reprimen las protestas sociales y se eliminan opositores. Las fuerzas represivas asesinaron de la peor manera a varios militares disidentes y el número de emigrantes venezolanos es impresionante.
Bolivia parece encaminarse por esos rumbos. La persecución judicial de opositores y disidentes no tiene límites y, a la vez que la “justicia” se hace de la vista gorda con autoridades masistas que se enriquecen ilícitamente, persigue con crueldad a autoridades y ex autoridades no masistas.
En los cuatro países va surgiendo (o surgió ya) una nueva clase, también asentada en los necesitados que viven en sus territorios, a los cuales dicen representar, mientras los manipulan descaradamente. En algunos de esos países hay partido único, en otros se quiere llegar a eso.
Los hijos de los jerarcas del “socialismo del siglo XXI” están bien acomodados en el aparato de Estado. Bolivia no es la excepción.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR