Ni con la ayuda de Mandrake
Aquella tarde abochornada Mandrake jugaba a las damas con Melody. Movía las fichas negras distraído por el humo del pucho que fumaba, cuando el chillido agudo de un destartalado celular en el fondo del sofá lo sacó de su posición de El Pensador de Rodin. Melody intentó detenerlo con la mirada.
Odiaba profundamente este tipo de interrupciones que siempre terminaban con la salida intempestiva del joven estadístico y economista.
-Hola. Mandrake al habla-, respondió.
Del otro lado de la línea se identificó Rigucho Tavares. Ambos sabían que el nombre y voz eran más falsos que billete de Bs 4.
-Necesito nuevamente tus servicios, debemos vernos en persona. Te espero en el Café del Hotel Gloria en una hora-, dijo la voz.
Mandrake bordeaba los 40 años muy mal llevados. Los excesos se le notaba por todas partes. Era calvo prematuro y prestamista capilar. Una larga cabellera originada en la nuca le llegaba hasta la frente como cortina de putero. De confección delgada, ostentaba una tremenda pipa que lo obligaba a usar suspensorios, porque no había cinturón que le cierre la protuberancia en el medio del cuerpo. En su primera juventud, había estudiado estadística y economía, pero a pesar de ser un brillante estudiante nunca consiguió trabajo en su área. La militancia en los pliegues más pendencieros de la noche le impedían despertar antes del mediodía. Creía que los horarios y las reglas eran una conspiración de los burócratas contra la inteligencia espontánea.
Como sus noches eran largas e intensas, también decidió estudiar Derecho y rápidamente, en este campo, le fue muy bien. Atendió exitosamente todos los divorcios de sus amigos del colegio y así encontró una veta de dinero fácil.
Con el tiempo descubrió que podía usar trucos estadísticos y artimañas económicas, no sólo cambiando las edades de sus defendidos, sino alterando cualquier dato en licitaciones públicas, en informes de parlamentarios, en presupuestos de municipios y en encuestas truchas. No había información pública que resistiera a su sutil pero efectiva tortura. Descubrió, con beneplácito, que en el mundo político la mayoría era pre pitagórico en matemáticas y que podían hacer magia con los datos en todas partes. Entró en alborozo cuando un jerarca del régimen dijo que 90 por 3 era 180. Mandrake había encontrado una veta de oro infinita.
En el Café, en una mesa alejada, Rigucho fue al grano.
-Necesitamos que nos des una manito con los datos del crecimiento económico.
El Gobierno está muy desportillado por dentro y fuera. Hicimos un trato, a inicios de año, con algunos correvolucionarios que si bien el incremento salarial sería bajo, pagaríamos
el segundo aguinaldo. Tenemos gente en el órgano estadístico, pero son muy chacras y se pueden hacer pescar si damos un subidita al
Producto-, dijo Rigucho.
-Sí, claro-, reconoció condescendiente Mandrake. Hace tres años, en el órgano electoral yo dejé todo listo para una victoria contundente. Mi presdigitación estadística fue perfecta y algún Tribilín pensó que apagando la luz ayudaría. No estoy dispuesto a participar
de otra chambonada.
Rigucho dio un largo trago de café y afirmó: -no te preocupes, ahora tú controlarás todo. Sólo se necesita una empujadita de 1 o 2 puntos porcentuales.
Para ti, mago de los guarismos, será chancaca. Además, estás sin trabajo hace mucho tiempo. Estos pesitos no te caerán mal.
De muy mala gana, Mandrake aceptó y se fue con el número de un celular. Ya en la calle llamó al Topo del órgano estadístico para que le mande, en un CD, la base de datos del Producto Interno Bruto (PIB) con la mayor desagregación posible.
En la noche se preparó para desplegar su magia numérica. Abrió una botella de vino barato y puso una cajetilla de cigarrillos en la mesa. La jornada sería larga.
Mandrake comenzó a ver la serie del PIB de largo plazo. Él sabía muy bien que un buen trabajo de cocina requería de la sutileza de un alquimista y no del tacto de la pata de un elefante. Descubrió que el PIB había crecido de manera importante hasta 2013 (6,8%), pero que posteriormente, de manera sistemática, se había producido una desaceleración de la economía, llegando en 2019 a 2,2 % de crecimiento. Esto
reflejaba un agotamiento estructural del modelo estatista. Sabía que no se podía levantar a un muerto. A pesar de que la inversión pública aumentaba, el crecimiento era cada vez menor.
Con la pandemia y el mal gobierno de Áñez, el PIB se fue al sótano y de ahí rebotó 6,1%, pero sin salir del pozo.
Además, se dio cuenta de que el agotamiento era estructural. El reflejo más claro de ello era que el sector de hidrocarburos languidecía. En el pasado había sido la piedra angular de crecimiento por dos razones: El dinamismo de las exportaciones y la generación de recursos para el gasto y la inversión pública. Mandrake, con pavor, descubrió que en el primer semestre de 2022 éste había caído en -9,81 %.
Constató que las exportaciones de gas natural rebajaron a un tercio de 2014, cuando llegaron a 6.600 millones de dólares. Los precios internacionales de aquella época y de ahora eran iguales. Verificó que la caída de ingresos provenientes del sector también fue significativa y que no se habían hecho los pozos suficientes como para revertir esta situación. El Gobierno raspaba la olla. Asimismo, se dio cuenta de que en la coyuntura actual, como en el pasado, los precios fabulosos de los granos y los minerales habían ayudado muchísimo al desempeño de los últimos seis meses. Sin embargo, esto no se repetiría. Si bien otros sectores de la economía habían crecido de manera importante, el hecho de haber matado a la gallina de los huevos de oro (la empresa estatal YPFB) jalaba el PIB hacia abajo de manera contundente.
El deterioro era tan importante que cualquier ejercicio de contabilidad creativa sería muy obvio. Mandrake, acostumbrado a hacer trabajos finos e inteligentes, se dio cuenta de que cualquier cambio sería una grosería que desprestigiaría su bien ganado prestigio. Cabe recordar que en menos de seis horas había hecho aparecer la medalla presidencial perdida en un loquero.
Con el último trago de vino en el garguero, llamó a Rigucho. Con voz pausada le dijo: la cosa está fea hermano y compañero, no puedo ayudarte, es decir ni Mandrake te salva de ésta. Soy mago pero no hago milagros. Cortó la llamada y retomó el juego de damas con Melody que había esperado toda la noche.
Columnas de GONZALO CHÁVEZ Á.