“Experimento social” entre mujeres o ya deja de ser chismosa
La comidilla de la semana: una “reina de belleza” que se burló de otras candidatas a un conocido concurso internacional en el que, literalmente, miden los atributos físicos de las mujeres como si fueran ganado para sopesar. Para empezar, ahora que las mujeres nos estamos rebelando de nuestra condición de grupo subalternizado y nos emancipamos para el ejercicio de nuestra sexualidad (y nuestra vida) en libertad, ¿no sería dable el meditar en que ese tipo de “concursos” ya no deberían existir en pleno siglo XXI? Pero no. Hasta los noticieros se han convertido en palestra de concursos de “belleza” y no faltó el “gobierno revolucionario” que pretendió traer el concurso de Miss Universo a Bolivia visto como el “gran anhelo cruceño”, lo que considero una real subestimación de la región oriental y su gente, por no decir otra cosa.
En cualquiera de los casos, las principales receptoras de ese tipo de “espectáculos” somos las mujeres que terminamos vinculando la posibilidad de ser atractivas y deseadas y, por lo tanto, a la sexualidad activa y exitosa, con ciertos estereotipos de lo que actualmente se considera “perfección” física. El resultado es lo que Rose-Marie Murano llama “neurosis de la belleza”, es decir, que cada vez más mujeres giran en torno a la búsqueda de un ideal de belleza y juventud inaccesible para la mayoría, impulsado por una verdadera dictadura mediática y mercantilista.
El mensaje es claro: La mujer deseable, la mujer sexuada, es joven, delgada, producida. Las “viejas”, “gordas”, “feas” pasan a ser seres simplemente asexuados, con roles determinados para los cuales hay otro mar de mercadeo, como el cuidado de los hijos, la cura de enfermedades y las labores del hogar. Se vuelven a reproducir los clásicos estereotipos de las funciones femeninas.
No obstante, hoy no quiero hablar de ese tema, sino enfocarme en otro igual de preocupante que también salió a la palestra gracias al infortunado “experimento social” de la citada Miss, esa sórdida y aburrida “Guerra Fría” que suele estallar entre mujeres, esa mezquina cruzada que denota el rol femenino de “competir” (¿por la atención de quiénes? ¿De los hombres? ¿Acaso no hay mejores cosas que hacer?). En consecuencia, en incontables ocasiones las mujeres transcurrimos en pie de ataque, nos envidiamos, repudiamos y maldecimos entre nosotras y, aunque generalmente mediante la malevolencia silenciosa y la hipocresía, somos capaces de guerras míseras. ¿Sororidad? ¡Mis polainas!
¿No es muy común que “señoras” y “señoritas” se reúnan para sacar los “trapitos al sol” de alguna otra infortunada? ¿No abundan mujeres que son las primeras en tirar piedras a la “puta”, a la “zorra”, a la “ramera”, a la “fea”, a la “gorda” en el marco de los más nefastos estereotipos y estigmas machistas y misóginos? ¿No son numerosas las féminas que se llenan la boca de batracios (perdonen bichitos por la comparación) para criticar la “moral sexual” de otras? ¿A algunas mujeres no les incumbe demasiado la vida de otras? ¿No es real que entre mujeres circulan chismes mezquinos de unas sobre otras con más frecuencia de la que admitimos? ¿No son usuales los lazos femeninos donde rebasan la envidia, la histeria, la absurda rivalidad patológica? ¿Cuántas mujeres viven en función de lo que “tiene” la otra, sea el cabello, la figura, las ideas, las pilchas o el novio?
Lacan indicaba que la mirada obsesiva puesta en el otro (u otra) es una manifestación del deseo más recóndito y visceral. ¿Será que de tanto mirarnos, de tanto andar pendientes unas de otras, las mujeres expresamos deseos ocultos? ¿Será que la Miss Bolivia no hizo más que vomitar su deseo por las otras mujeres criticadas en el meollo de una cultura represiva, misógina y enferma?
¡Y, más de paso, no faltan las/os que enaltecen al burdo y hueco chisme sobre otras/os, síntoma de estrechez cerebral y falta de vida, como un “experimento social” y hasta son capaces de compararlo con la “investigación”!
Lo cierto es que, de una buena vez, debemos asumir que el machismo, la misoginia, el sexismo y taras afines no son solamente hechuras masculinas. Son construcciones sociales y ello implica que las mujeres tenemos la mitad de la responsabilidad. Y, como dice el escritor Eduardo Galeano, así se nos vayan abriendo las jaulas, falta superar el miedo a la libertad.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA